Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

sábado, 26 de enero de 2019

Visita a las trincheras

La última entrada de este blog, la que anunciaba el cierre de esta trinchera con motivo de mi jubilación ocurrió hace cinco años.
Hoy vuelvo a visitarla. Y la encuentro arrasada. Ahí están los testimonios escritos de tantas batallas, de tantos logros y tantas derrotas.
Pero los últimos años han sido demoledores.
Achicaron presupuestos, cerraron escuelas, empobrecieron al pueblo, trataron de embrutecerlo con los medios, de quitarle la palabra, de lastimarle la piel y el lenguaje, de quitarle empoderamiento.
Desde que dejé de escribir en este blog hasta ahora arrasaron la trinchera. Muchos retrocedieron para mejorar las posiciones, para seguir dando batalla, para defender la palabra, la dignidad, los derechos.
Yo ya no estoy en esta trinchera. Doy la batalla desde otro lado. El cuento, la narración, el grito en la calle que , tímidamente, protesta.
Son tiempos de saqueo. Mi trinchera ha sido pisoteada. Pero ahí queda como testimonio.
¿Vos estás todavía ahí? ¿Estás peleando en tu trinchera? Hacémelo saber.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Ultima entrada desde maestros de trincheras

Se acabó.
Este es un blog que he querido mucho y que tuvo mucha participación de amigos y desconocidos.
Nos hemos comunicado. He despotricado contra el gobierno de Macri pero también conté lo que hablé con el mar cuando fui a la playa. He combatido y he relatado, recibí caricias y palos por lo escrito.
Me tomó diez meses saber que ya no estoy en las trincheras de la docencia. Que es el motivo de la existencia de este blog. Tuvo que pasar casi todo mi primer año de jubilado para saber que ya no soy maestro. Ya se eso de que uno nunca deja de ser maestro en su interior como aquello de que todos tenemos un niño en un rincón del corazón. Pero son solo expresiones de deseo. Las cosas empiezan y terminan. Y está bueno. Porque cuando termina algo  suele empezar otra cosa. Y mi vida de maestro terminó hace diez meses. Y en la querida escuela 19 a la que extrañé (salvo cuando eran las ocho y media de la mañana y seguía remoloneando en la cama ).
Ahora quiero darle más espacio al escritor y al narrador y sobre todo al lector. Borges decía que no se enorgullecía de los libros que había escrito pero sí de los que había leído. Yo me enorgullezco de las dos cosas. Y se que tengo tanto para leer. Para escribir. Para narrar. Por eso los invito a seguir el blog www.cuentaescribecuentos.blogspot.com
Este que hoy cierro  quedará colgando en internet para el que lo quiera leer pero ya no tendrá más entradas.
Quizás alguna vez pueda ser la base de algún libro, quién sabe. Maestros de Trinchera es un buen título.
Gracias por todo lo que compartimos desde estas trincheras. Y a los que siguen dentro de ellas, a continuar  el combate, que vale la alegría.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Me olvidé algo en Julián Alvarez

Hace tres meses me mudé a un barrio donde, los primeros días, sentí que había dejado olvidado algo en mi casa anterior. No sabía que era, pero revolvía los paquetes y los bolsos. No sabía que buscaba pero tenía la certeza que algo había dejado en el departamento de Julián Alvarez y Gascón.
Era imposible, porque había recorrido el lugar minuciosamente al entregarlo al propietario.
De todas maneras, pasaban los días y la certeza era cada vez más grande. Algo había quedado en Palermo.
Como ocurre en estos casos cuando dejé de buscar descubrí lo que faltaba.
Una mañana, una fresca y agradable mañana de septiembre, al despertarme y disfrutando un rato más del mediosueño que antecede al momento de levantarse, no escuché lo que escuchaba en mi casa anterior.
Mis oídos  se habían acostumbrado a los bocinazos, rugidos de los motores de tres líneas de colectivos, y las puteadas de los autmovilistas que giraban sin sentido en la extraña rotonda que el gobierno de la ciudad había construido bajo mi ventana. Ahora todos esos ruidos estaban ausentes.
En esa mañanita de septiembre, un fresco silencio se matizaba con el canto de algún pájaro y el lejano ladrido de un perro que seguramente reclamaba su desayuno.
Me inquieté cuando noté que mis oídos extrañaban aquel barullo y pensé que tendría que reeducarlos para que gustaran de ese silencio que muchas veces se hace insoportable para el que no está acostumbrado a convivir con él.
Y pensé en el porteño medio, que ya ha naturalizado  vivir en el caos de una ciudad turbulenta, histèrica, ruidosa y agresiva. Encima cuando quiere huir de ella por un rato termina embotellado en una ruta que va a la costa o al Tigre.
Por suerte, mis oídos ya están comenzando a disfrutar los atardeceres en el balcón de mi nueva casa. Es que si uno aprende a escuchar, el silencio no es ausencia de ruido, sino música quieta, melodía inmóvil, disfrute sonoro. Y el sonido del silencio es una de las mejores caricias que le podemos dar al alma. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Vos podés

Vos podés
Cortito y clarito
Homenaje de la titiritera Elena Santacruz a los maestros en su día.




http://www.youtube.com/watch?v=h98pPEbkEi0

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Mi primer 11 de septiembre fuera de la trinchera

Hoy es el primer 11 de septiembre desde hace cuarenta años que no festejo mi día dentro de la trinchera.
El primer festejo lo tuve el 11 de septiembre del 73. Ese día se mezcló la alegría con el gusto amargo del golpe en Chile. Pero yo estaba seguro que acá no iba a pasar. Había vuelto a  Perón a solucionar todo y estaba el pueblo en la calle. No iba a pasar. Eso creía. 
Hoy he recibido el saludo cariñoso de seres muy queridos. 
Hoy me escribió desde España (gracias a la magia de este facebuque) un ex alumno junto al cual y a otros treinta y nueve pibes vimos en el 79, a las siete y media de la mañana, y en el aula del quinto grado, el gol con el que Ramón Díaz selló el campeonato del mundo de juveniles en Japón. Y formamos una montaña humana sobre el piso del aula. 
Hoy puse me gusta a muchos maravillosos mensajes de amigos del facebuque sobre nuestro día.
Hoy no pude, pero mañana le voy a dar un beso a mi vieja porque ella me enseñó con el ejemplo que si este laburo no se hace con alegría, no hay vocación que valga.

domingo, 25 de agosto de 2013

Pequeña historia de un gran saqueo

En mi pueblo, Arrecifes, había dos canales de televisión locales. ¡Cómo me gustaba verlos! Entre programa y programa pasaban las propagandas del bar de la esquina y la fábrica de soda que estaba al lado de la casa de una tía.
Como había varias compañias de cable cada canal del pueblo les alquilaba los programas que quería o podía.
Pero cuando  Cablevisión se quedó con todo  alquiló su programación a  uno solo de los canales.
Y el otro canal del pueblo tuvo que venderle a precio muy bajo la licencia que había conseguido con mucho trabajo.Y desapareció.
Quedó solamente emitiendo y festejando el  otro canal. Claro, tenia que pagar más pero había eliminado a la competencia. 
Al tiempo  Cablevisión le retiró la programación al único canal que quedaba,  quien le vendió la licencia a precio todavía más bajo. Algún mango tenía que salvar. Y desapareció.
Y desde entonces en mi pueblo, que ya es ciudad, el que tiene cable ve más de setenta canales emitidos por una sola compañia.  Y en algún tiempo   también miraba las tribunas de una cancha de fútbol si no agregaba  algunos billetes  a la ya elevada suscripción.
Lo que no pude seguir viendo desde que llegó Cablevisión a mi pueblo fueron las propagandas del bar de la esquina o las de la fábrica de soda. Igual no las vería porque el bar ahora es un Restó y la fábrica un Shoping. Así que no se de qué me quejo.
(Nota: esto es parte de lo que se está jugando con la ley de medios. El miércoles, a Tribunales)

miércoles, 21 de agosto de 2013

Cárcel Verde

Mediodía de sol.
Tengo un tiempito entre dos trámites que debo realizar  en la zona.
Me encuentro de golpe frente al  Parque Centenario. Mis ojos se llenan de verde y mis piernas se encaminan hacia su verde césped.
Quince minutos de verde descanso.
Cruzo la calle y recién entonces me encuentro con las  verdes rejas. Pregunto donde está la entrada y me indican que debo caminar treinta metros. Lo hago apurando el paso porque apenas tengo quince minutos.
Voy a disfrutar de algo que no hago hace tiempo. Descalzarme, sacarme las medias y dejar que mis plantas disfruten del contacto con la tierra. Alguien me dijo una vez que en la ciudad sufrimos de "cementitis" y que tener un rato por día para tomar contacto con la tierra nos permite que nos libremos de tanto estres. No se si será verdad pero cuando me acuerdo y encuentro algún espacio verde en la ciudad lo practico.
Unas puertas de rejas verdes cerradas me impiden empezar el rito. Me dicen que debo caminar cuarenta metros más y casi troto porque se esfuman mis quince minutos.
No encuentro ninguna puerta, pregunto y medicen que no, que era para el otro lado, porque las puertas de este lado están cerradas.
Corro porque ya solo me quedan cinco minutos y no quiero perderme ese momento de disfrute.
No hay caso, no encuentro la entrada. Ya me alejé mucho y pasaron los quince minutos.
Hace bastante calor y estoy transpirado. Miro la fuente que me ofrece a la distancia su chorro de agua fresca. Veo ese bien cortado césped, esas personas que, por supuesto, han sabido encontrar la entrada. y que van felices caminando por los sinuosos y prolijos senderos.
Llegaré  tarde a mi trámite. Seguro que pasó mi número.
Me aferro a las rejas verdes y grito: ¡Guardiaaaaa!.
Me siento un prisionero en una celda verde. El prisionero del lado de afuera.