Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

domingo, 19 de febrero de 2012

Tres charlas con el mar

Cuando desarmamos las trincheras para volver a Buenos Aires tuve tres charlas con el mar.


Primera charla:


Fue el último atardecer antes de irnos. Me encanta a esa hora meterme en el agua y salir con los rayos naranjas del sol secándome suavemente la piel, sin la agresión de las amarillas estocadas del medio día.


- -- El último chapuzón- le dije al agua que se evaporaba de mi piel.-


Ig ual voy con vos- me respondió la espuma o el regreso de la ola o el aire marino.


- - ¿ A la ciudad? No te lo aconsejo. Te asfaltarían.


- -Voy en tu piel bronceada


- - El color se pierde en tres días.


- -Voy en las noches que compartimos en silencio mientras la luna se deslizaba sobre nosotros sin hacer un solo ruido.


- -¿No te han contado cómo tocan la bocina los enloquecidos automovilistas de mi ciudad?


- - Entonces no quieres llevarme.


- -Lo desearía pero no quiero arruinarte la vida.


- -Me llevarás igual.


- -¿A ver? – agité tanto los brazos que llamó la atención de un muchacho que venía a rescatar una pelota de tenis, la que pretendía irse mar adentro con una ola que volvía. Esperé que se fuera para mover los labios con vehemencia- ¿Y dé manera vendrás conmigo, eh, en qué forma?


- -En forma de energía.


El sol se hundió a mis espaldas y el mar se retiró dos metros de la playa.



Segunda charla:


Esta charla no fue charla, o quizás fue la mejor de todas.


Sucedió en la última noche. Mis compañeros de trinchera dormían.


Me senté en la arena y dejé que la ola que iba y volvía apenas me tocara la punta de los dedos.


El negro de la noche. La luna que extendía un sendero y encendía de luces a la espuma. Un rebaño de estrellas.


¿ Así que vendrás en forma de energía? –intenté retomar la conversación del atardecer.


Solo vino el ruido de las olas del otro lado. Y la caricia del agua sobre los dedos de los pies.


Intuí al momento que no iba a ser una charla con palabras.


Dos horas estuvimos conversando en silencio. Sin tocar tema alguno. Porque mi mente estaba en blanco. Y apenas la brisa que me acariciaba la cara me daba el indicio de donde estaba. No tenía sueño. Mis ojos bien abiertos solo seguían el ritual de las olas. Y mi respiración se acompasó con ese ritmo. Y entendí. Sin saber explicar lo que entendía. Y estaba seguro de lo que tenía que hacer al regresar al otro día. Sin tener nada organizado en mi cabeza. Pero el mar, a esa hora de la madrugada había sido muy claro. Tan claro que no lo podía poner en palabras. Justo yo. Pero como dice el principito “cuando el misterio es tan impresionante es imposible desobedecer”


Y me fui a dormir las pocas horas que me separaban del amanecer con la certeza de estar llenos de dudas, y que esas dudas se irán despejando día a día, porque “ a cada día le basta su afán”. Eso último lo escuché clarito, venía de la profundidad de la noche, muy adentro del mar. Me metí en la trinchera y me dormí al instante.



Tercera charla:



Ya habíamos desarmado todo. Eran las diez de la mañana y el sol empezaba a presionar sobre la playa.


- - Vengo a despedirme- dije sin tocar la ola que lamía la arena.- Anoche no fuiste muy locuaz que digamos.


- - Pero entendiste.


- - Espero seguir recordándolo donde voy. Es un lugar donde se pierden rápido las buenas intenciones.


- -Tres consejos para que los uses cada día


- -Sí, ya se , como vienes en forma de energía no debo perderte al primer contratiempo. Que me concentre para cumplir mis ob….


- -No, no , nada intelectual. Tres consejos simples y concretos.


- -¿….?


- -Primero: No dejes pasar un solo día sin que tus pies toquen un mínimo de quince minutos la tierra o el pasto. Así, sin zapatos, sin medias. Quince minutos de tierra cada día.


- - ¿….?


- -Segundo: Respira


- - Lo hago desde que nací, por suerte.


- -No, respira acompasadamente, como lo hiciste anoche frente a mí. En muchos momentos del día. Y en los más agitados mejor. Suavemente. Tomo el aire, lo largo despacio…. Tomo…. Largo.


- -¿….?


- -Tercero: Llena tu trinchera de flores y poemas… y arroja los fusiles desde un acantilado.


- -¿Qué? ¿Acaso no sabes contra quien luchamos? Están armados hasta los dientes.


- -Y le tienen terror a la palabra. Y a la alegría. Por eso hay que combatirlos con flores, poemas, cuentos y… mucho humor. La risa es el mejor alimento para seguir peleando.


- - ¿….?

- Tienes demasiados signos de preguntas. Y eso es bueno. Ya tienes que irte. Me voy a jugar con los que llegan- y las olas se pusieron a chocar con dos chicos que saltaban y chillaban con el agua fría que se estrellaba contra su piel calentada por el fuerte sol de la mañana. Un tercero, el más chiquito, sujeto de la mano de su padre, parecía que entraba por primera vez al agua. La ola, comprensiva, llegó muy mansa para mojarle los piecitos. El chico gritó de alegría. Había descubierto el mar.

sábado, 11 de febrero de 2012

Volvimos con toda la energía

Estamos de vuelta . Desarmamos las trincheras de la playa y las trajimos de vuelta a Buenos Aires. Ibamos a poner volvimos con todas las pilas pero dijimos: ¡Qué fea expresión a la que tanto nos acostumbramos !No somos robots ni máquinas. No usamos pilas.
Volvimos con toda la energía. La que nos regaló el viento, la playa y cada ola que nos pasó por encima.Y no la queremos perder.
Por eso le pedimos consejos al mar. Y nos habló. Tres veces.
En las próximas entregas estarán: Las tres veces que conversamos con el mar.
Ahora vamos a armar las trincheras. Por los que nos enteramos vamos a tener que reforzarlas. No viene bien la mano en la batalla de la educación. Tenemos el enemigo adentro.
Pero no nos queremos sacar de todo la arena. Armamos la trinchera y le mandamos la primera entrega de : Las tres veces que conversamos con el mar. Feliz regreso, trincheristas.