Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

lunes, 3 de diciembre de 2012

Ultimo round: "La educación Prohibida"



La “Educación Prohibida”, otro fenómeno del ciberespacio que muestra lo que puede ocurrir cuando una idea es compartida con muchos navegantes de ese pozo insondable que es Internet.
En poco tiempo, se habló y se habla  de la película en distintos foros y en discusiones entre docentes y no docentes.
Bienvenida sea la discusión sobre la educación. Pero lo único ( y no es poco) que aportó esta película a mi modo de ver y entender, es mostrar que hay mucha gente interesada en hablar y opinar sobre la función de la escuela en  los tiempos que vivimos.
El modo en que esta película presentó su tesis y el extraordinario trabajo de edición realizado cautivó a muchos que sinceramente, desean que la educación mejore. Y cayeron en la trampa que a propósito o no, muestra  el  documental.
Lo que dice es claro: la escuela “tradicional” no sirve para nada. Las “innovaciones” realizadas en distintas partes del mundo muestran otra cara: una educación donde el chico crece libremente, sin ataduras de horarios, ni aprendizaje fragmentado dividido en materias  ni división escolar por edades. Alumnos que eligen aquello que desean  estudiar, que se mueven espontáneamente por los espacios  amplios y bien dotados con materiales didácticos. Claro, todos vestidos con uniformes impecables, guardapolvitos de colores  y con docentes calmos que hablan con un fondo de parques arbolados y mucho aire libre. Maravilloso.
En contraposición se muestra a docentes desencajados, cuyos alumnos tienen guardapolvos blancos, chicos alegóricamente  atados con sogas a las sillas y mostrando aburrimiento o durmiendo directamente sobre los pupitres.
Conclusión. Las experiencias “no convencionales”, donde para recibir esa educación de plena libertad hay que pagar una buena suma de dinero por mes, son las que abren las puertas a una educación integral, creativa y basada en la libertad y el amor.
En las escuelas públicas, en cambio, todo está perdido, solo hay repetición, filas donde los chicos marchan y hacen distancia con el   brazo recto y apoyando  la mano sobre el hombro de su compañero de adelante. Y los docentes siempre están serios y gritándoles.
Semejante simplificación parece que no es advertida por todos aquellos que se han “enamorado” de la película.
Yo he trabajado toda mi vida docente en escuelas de corte “tradicional”. Y si bien tengo críticas aún más fuertes que las que hace la película puedo dar testimonio de la cantidad de docentes   que día a día luchan con los límites que les impone el “sistema” pero no por ello dejan de crear junto a sus alumnos, jugar y sobre todo contenerlos y ayudarlos, en la medida de sus posibilidades, a socializar el aprehendizaje.
Nunca sentí en mi vida docente que habían logrado “prohibir”  mi forma de trabajar que se basó en el juego, en la teatralización, en la alegría, en el compartir, en la necesidad de crear constantemente, en escuchar y ser escuchado. Siempre, aún en el proceso militar, me las arreglé para abrir mi cabeza junto a la de los chicos y recrear la vida escolar. Eso sí, sabiendo que yo era el adulto, el que ponía los límites y el que tenía el rol de guiar la tarea. Nunca renuncié a eso, porque sabía que era renunciar a lo que necesitaban mis alumnos, un referente claro en quien confiar.
Los pedagogos que hablan en las entrevistas de las películas parten de una idea bastante alejada de cualquier hecho pedagógico: “si nadie se mete, los chicos, como los árboles del  bosque, crecen libres y espontáneos.” El adulto educador pasa a tener una especie de rol de observador y se cuidará de meter cualquier bocadillo a ver si “coarta” ese crecimiento “natural” del niño.
Entre los alumnos que filmaron en sus experiencias no vi ningún “morochito”, nadie con zapatillas rotas o con una dentadura incompleta.
Y como remate se ponen a citar frases de Paulo Freire, nadie más alejado de experiencias elitistas, más  bien el gran promotor de una educación popular, que llegase a todos los brasileños.
Todo proceso de aprehendizaje  es social y está inmerso en la vida de una comuna, de una ciudad, de una provincia, de un país. Como decía Pichon Riviere el “aprehendizaje es la apropiación instrumental de la realidad para modificarla”.
Hay que abrir el juego y sí, con coraje y  conocimiento animarse a meterse en lo ya creado  y desde ahí pelearla para transformar la realidad. Es más difícil, claro. Pero ahí podremos hablar de Piaget, de Freire, y sin necesidad de tocar  autores  extranjeros podemos revisar experiencias argentinas, sumamente innovadoras, como fueron las escuelas de la señorita Olga o del maestro Iglesias, allá lejos y hace tiempo, pero eso sí, trabajando en escuelitas donde podían ir cualquier tipo de pibes, especialmente los humildes. Y ahí se puede ver si funciona o no una escuela nueva.
Ahí empieza otra película que en lugar de llamarse “la educación prohibida” se llamaría “la educación vivida”.  Hay muchos docentes que están trabajando en ella pero lejos de las cámaras y las ediciones. Ponen el cuerpo y se la juegan  en escuelas del “sistema” donde tienen que demostrar su creatividad porque falta de todo y a pesar de eso, logran crear ese vínculo, maestro-alumno, primer  requisito para que se produzca el aprehendizaje.

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