La “Educación Prohibida”,
otro fenómeno del ciberespacio que muestra lo que puede ocurrir cuando una idea
es compartida con muchos navegantes de ese pozo insondable que es Internet.
En poco tiempo,
se habló y se habla de la película en
distintos foros y en discusiones entre docentes y no docentes.
Bienvenida sea la
discusión sobre la educación. Pero lo único ( y no es poco) que aportó esta
película a mi modo de ver y entender, es mostrar que hay mucha gente interesada
en hablar y opinar sobre la función de la escuela en los tiempos que vivimos.
El modo en que
esta película presentó su tesis y el extraordinario trabajo de edición
realizado cautivó a muchos que sinceramente, desean que la educación mejore. Y
cayeron en la trampa que a propósito o no, muestra el documental.
Lo que dice es
claro: la escuela “tradicional” no sirve para nada. Las “innovaciones”
realizadas en distintas partes del mundo muestran otra cara: una educación
donde el chico crece libremente, sin ataduras de horarios, ni aprendizaje fragmentado
dividido en materias ni división escolar
por edades. Alumnos que eligen aquello que desean estudiar, que se mueven espontáneamente por
los espacios amplios y bien dotados con
materiales didácticos. Claro, todos vestidos con uniformes impecables,
guardapolvitos de colores y con docentes
calmos que hablan con un fondo de parques arbolados y mucho aire libre.
Maravilloso.
En contraposición
se muestra a docentes desencajados, cuyos alumnos tienen guardapolvos blancos, chicos
alegóricamente atados con sogas a las
sillas y mostrando aburrimiento o durmiendo directamente sobre los pupitres.
Conclusión. Las
experiencias “no convencionales”, donde para recibir esa educación de plena
libertad hay que pagar una buena suma de dinero por mes, son las que abren las
puertas a una educación integral, creativa y basada en la libertad y el amor.
En las escuelas
públicas, en cambio, todo está perdido, solo hay repetición, filas donde los
chicos marchan y hacen distancia con el brazo recto y apoyando la mano sobre el hombro de su compañero de
adelante. Y los docentes siempre están serios y gritándoles.
Semejante
simplificación parece que no es advertida por todos aquellos que se han “enamorado”
de la película.
Yo he trabajado
toda mi vida docente en escuelas de corte “tradicional”. Y si bien tengo
críticas aún más fuertes que las que hace la película puedo dar testimonio de
la cantidad de docentes que día a día luchan con los límites que les
impone el “sistema” pero no por ello dejan de crear junto a sus alumnos, jugar
y sobre todo contenerlos y ayudarlos, en la medida de sus posibilidades, a
socializar el aprehendizaje.
Nunca sentí en mi
vida docente que habían logrado “prohibir”
mi forma de trabajar que se basó en el juego, en la teatralización, en
la alegría, en el compartir, en la necesidad de crear constantemente, en
escuchar y ser escuchado. Siempre, aún en el proceso militar, me las arreglé
para abrir mi cabeza junto a la de los chicos y recrear la vida escolar. Eso
sí, sabiendo que yo era el adulto, el que ponía los límites y el que tenía el
rol de guiar la tarea. Nunca renuncié a eso, porque sabía que era renunciar a
lo que necesitaban mis alumnos, un referente claro en quien confiar.
Los pedagogos que
hablan en las entrevistas de las películas parten de una idea bastante alejada
de cualquier hecho pedagógico: “si nadie se mete, los chicos, como los árboles
del bosque, crecen libres y espontáneos.”
El adulto educador pasa a tener una especie de rol de observador y se cuidará
de meter cualquier bocadillo a ver si “coarta” ese crecimiento “natural” del
niño.
Entre los alumnos
que filmaron en sus experiencias no vi ningún “morochito”, nadie con zapatillas
rotas o con una dentadura incompleta.
Y como remate se
ponen a citar frases de Paulo Freire, nadie más alejado de experiencias
elitistas, más bien el gran promotor de
una educación popular, que llegase a todos los brasileños.
Todo proceso de
aprehendizaje es social y está inmerso
en la vida de una comuna, de una ciudad, de una provincia, de un país. Como decía
Pichon Riviere el “aprehendizaje es la apropiación instrumental de la realidad
para modificarla”.
Hay que abrir el
juego y sí, con coraje y conocimiento
animarse a meterse en lo ya creado y desde
ahí pelearla para transformar la realidad. Es más difícil, claro. Pero ahí
podremos hablar de Piaget, de Freire, y sin necesidad de tocar autores extranjeros podemos revisar experiencias argentinas,
sumamente innovadoras, como fueron las escuelas de la señorita Olga o del
maestro Iglesias, allá lejos y hace tiempo, pero eso sí, trabajando en
escuelitas donde podían ir cualquier tipo de pibes, especialmente los humildes.
Y ahí se puede ver si funciona o no una escuela nueva.
Ahí empieza otra
película que en lugar de llamarse “la educación prohibida” se llamaría “la
educación vivida”. Hay muchos docentes
que están trabajando en ella pero lejos de las cámaras y las ediciones. Ponen
el cuerpo y se la juegan en escuelas del
“sistema” donde tienen que demostrar su creatividad porque falta de todo y a
pesar de eso, logran crear ese vínculo, maestro-alumno, primer requisito para que se produzca el
aprehendizaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario