Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

domingo, 24 de febrero de 2013

El ciclo lectivo más corto de mi vida.


El ciclo escolar 2013, si las clases empiezan, será el ciclo lectivo más corto de mi vida docente.
 Durará dos días. El 27 y el 28 de febrero.
Porque el primero de marzo festejaré mi jubileo con la educación. En términos menos poéticos, estaré jubilado.
Hace cuarenta años también en un primero de marzo, pero de 1973,  me incorporaba a una escuela por primera vez para inaugurarme en  esta profesión que ahora dejo.
Estoy contento de haberla  desempeñado durante cuatro décadas en todos los cargos que se puede tener en el nivel primario. De todos ellos, el que más disfruté y amé fue el de maestro de grado. Ahí junto a los pibes, en el aula, con un grupo escolar, en la trinchera. Sé que no la voy abandonar totalmente porque tengo pensado seguir contando cuentos en las escuelas, llevando mis libros. Pero ya no será tan seguido.
No se si este blog continuará. No lo tengo decidido. Pero quiero agradecerles a todos los que me acompañaron en la lectura de mis escritos. A seguidores y amigos los invito a visitar el blog wwwcuentaesribecuentos.blogspot.com donde desarrolo mi otra pasión en el laburo que es el teatro, la escritura y la narración oral.
El jueves usaré por última vez el guardapolvo blanco. Pero cuando me lo saque seguiré teniendo el maestro que llevo en mí.  Buena Vida.

domingo, 10 de febrero de 2013

El día del heroico éxodo porteño


Finalmente se cansaron todos. Y se fueron.
Fue un 9 de enero de 2013. Día  que seguramente se convertirá en feriado.
El día del heroico éxodo porteño.
En fila india. Como hormiguitas disciplinadas. Aguantando estoicamente el sol que caía a plomo ese sábado de enero.
Necesitaban huir. De sus plazas encarceladas. De la destrucción de su avenida emblemática. De los árboles arrancados furtivamente durante las madrugadas. De la basura que ya alcanzaba los departamentos del primer piso. De las aguas que corrían como ríos por cualquier avenida después de un aguacero.
Necesitaban huir antes de ser alcanzados por alguna topadora insaciable  o quedar atrapado dentro  de alguna reja inesperada.
Finalmente  se cansaron todos. Y se fueron. Todos.
Y huyeron hacia el mejor de los destinos: el mar.
Fueron a buscar su viento y su arena. Su sal y su misterio. Sabiendo que nunca nadie podría enrejar la caricia de su espuma cuando el mar  estaba de buen humor o detener con muros de chapa a la furia de sus olas cuando algo lo encrespaba.
Y aguantaban viajar a paso de hombre. Subidos a sus coches. A sus micros. Con sus niños. Con sus abuelos.  Con los abandonados en las calles. Arrastrando a los que se negaban a abandonar su ciudad. En una interminable fila primero de a dos, y luego de a uno cuando iban llegando a su destino final. Tratando de no escuchar a sus espaldas el estruendo de los edificios que se derrumbaban. Sonriendo porque sabían que no habría víctimas ya que todos se habían ido. Transpirando pero felices porque ya estaban percibiendo el inconfundible olor del mar. 
La ciudad quedó vacía. Sus calles en silencio. Ni siquiera estaba MM, quien también había huido de sí mismo.