La primera entrega está dos entradas más abajo.
Para perder el poncho antes hay que tenerlo.
Hay chicos que llegan a la escuela sin poncho.
Y la escuela no puede dárselo. El poncho se trae del primer continente que tiene el chico, que es la casa o lugar donde vive y se lo tiene que proveer el padre, la madre, tutor o encargado. La escuela puede llegar a ser el segundo continente, nunca el primero y no tiene fábrica de ponchos.
Y no estoy hablando de los chicos pobres solamente. Puede venir con las mejores ropas de marca, los mejores útiles, la panza llena y dinero en el bolsillo para comprar lo que quiere en el kiosco y no traer poncho. Y no va a aprehender.
No importa que el poncho sea chico, remendado, agujereado, bordado en oro o desteñido. Después tenemos siete partidos para ganar el mundial del aprendizaje. Pero por la puerta de la escuela el chico/a debe entrar con poncho. Si es cierto el dicho "Lo que natura no da Salamanca non presta" más cierto es "lo que la casa no da la escuela no fabrica".
¿Entonces la escuela no puede darle nada a ese chico muerto de frío, de abandono, de desprotección, de falta de afecto, de empacho de videos y televisión, de soledad?
Sí, la escuela puede darle ropa, comida, hacerle el “aguante” cuatro u ocho horas, darle acceso a las maravillas de la tecnología, a una biblioteca llena de libros, a que esté con pares en un mediano ambiente de contención, una vida en cierto orden mientras dure la jornada escolar, un llamado al Same cuando se lastime. Puede dejarle un buen trato, una caricia (si después no acusan al docente de abusador) un hecho agradable que recuerde cuando sea grande. Poco para la misión que tiene la escuela y que parece haberse desdibujado: enseñar y su resultado lógico: que el alumno pueda aprehender.
¿Entonces que hacemos si un chico viene sin poncho?
Primero no hacernos cargo de lo que no nos corresponde. Si empezamos con el "pobrecito" le estamos poniendo un rótulo que lo acompañará durante todo el proceso de no- aprendizaje . Y mucho menos querer inventar un poncho mentiroso que se deshilachará antes del primer mes de clase.
Cuando fue reemplazado el sistema educativo autoritario impuesto por la dictadura donde todo se decidía de arriba (vertical) se intentó cambiarlo por un sistema democrático que trabajaría por consenso (horizontal). Ahí apareció la idea de “contrato”. Se quiso llamar así a un acuerdo que se debería realizar entre la “casa” (madre, padre, tutor o encargado) y la“escuela” (docentes) . Son derechos y obligaciones de ambas partes que deberían cumplirse a lo largo del recorrido de la alumna o alumno con la aclaración expresa que la “casa” debe adaptarse a la “escuela” y no al revés. ¿Por qué? Porque “casa” hay una sola y “escuelas” muchas. Todo clarito de entrada. Especialmente la condición de traer el poncho desde el primer día.
Actualmente los pibes se inscriben en las escuelas de gestión municipal sin que en gran parte de ellas investiguen de donde viene, si repitió, si tiene problemas , documento o boletín del año pasado. Con el famoso lema “la escuela pública es para todos”termina siendo “para nadie”. ¿Estoy diciendo que hay que rechazarlos? No, simplemente poner sobre la mesa un contrato y hacerlo cumplir.
Ahora bien, no es sencillo darse cuenta que un chico no trae poncho. A veces pasan semanas. Pero enseguida salta. Y ahí entra en juego aquello de lo que sí nos tenemos que hacer cargo los docentes de grado : que se cumpla el contrato.
Pueden pasar dos cosas:
1) Se llama al responsable del chico y se le avisa:
- Lo llamo para decirle que desde el principio del año no trae poncho.
- Mire, no tiene, no me importa, se lo traigo el mes que viene, usted tiene que aguantarlo igual. Váyase al carajo
2) No viene nadie a la primera citación, a la segunda y a la tercera.
Y ahí señoras y señores, entran en juego los docentes conductores. Llaman a los responsables del alumno/a y les avisan que no están cumpliendo la parte esencial del contrato. Y si no hay respuesta se comunica a la Supervisión y en última instancia se hace la denuncia en la Defensoría del Pueblo por abandono de persona.
Pero para esto no hay que pasarse años arrastrando al desponchado por los pasillos de la escuela mintiéndole al pasarlo de grado o inventando paliativos engañosos como las adaptaciones curriculares.
De nada sirve que intervenga el EOE, el ZAP, el MAP y cuanta sigla se les ocurra si no tienen el material con el cual trabajar .
Sí, claro, es una instancia muy difícil y arriesgada. Por eso es acertado lo que dice el profesor Mariano Temelini, inventor del título que encabeza estas reflexiones, que para estar en Conducción hay que tener tres atributos: cabeza, cintura y ovarios o pelotas. Por eso tantos le escapan al cargo de Director o Directora. No es para todos y no es para estar mucho tiempo en él si se quiere conservar la salud física y síquica.
Se trata de hacer cumplir el contrato que por supuesto tiene que ser anteriormente conocido y firmado por las partes.
Un chico sin poncho no puede aprehender. Y a eso viene a la escuela. Y de eso nos tenemos que hacer cargo los docentes, no de jugar al “como si” enseñamos y fingir "como si" aprendhieran.
Porque va a ser muy frustrante. Para los docentes y para los alumnos.
Ahora ¿qué pasa con los chicos que sí tienen poncho? En quince días la seguimos.
Por favor, se necesitan aportes. Esto pretende ser un debate.
Pintando las trincheras.
"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí
sábado, 26 de junio de 2010
domingo, 13 de junio de 2010
Pedagogía de Trinchera: "¿Dónde se nos perdió el poncho?" (1)
La pedagogía de trinchera es la que se ejecuta en la unidad escolar (hay quienes la consideran arte y otros ciencia) y no la que se escribe detrás de un escritorio por más títulos y experiencias que postulen sus escribientes.
Nace de la acción, pasa por la reflexión y se nutre de los escritos de profesionales con los que uno logra regar la evaluación. Y ahí se elabora la teoría que volverá a conectarnos con la acción.
Nuestro sistema educativo empieza al revés. Bajan una currícula que han sacado de libros y estudios alrededor de una mesa, o lo que es peor, en la soledad con la computadora, sin estar convalidados en la trinchera. Es el caso de este diseño que tenemos en primaria, un bonito compendio de palabras y oraciones bien hilvanadas (demasiado largas para mi gusto) pero que no tiene correlación con lo que se respira y transpira en el aula.
La cosa es así: el que pasó más de tres años fuera de la trinchera no puede tener la mínima noción de lo que ocurre aquí dentro. Y lamentablemente son los que toman las decisiones.
Así que vamos con nuestros pensadores que sacan sus nociones del laburo cuerpo a cuerpo.
La expresión del profesor Mariano Angel Temelini que figura en el título de esta entrega remite a encontrarnos con la realidad de que los chicos llegan al final del ciclo primario sin haber aprehendido los recursos básicos para manejar el conocimiento y la aplicación de esos conocimientos.
No está en entredicho el esfuerzo y el empeño de muchos docentes en brindarles a sus alumnos la mejor bajada de los contenidos curriculares.
Pero lo cierto es que los alumnos llegan al final de su primaria con serias dificultades para leer en voz alta, comprender lo leído, compenetrarse en la lectura silenciosa, resolver situaciones problemáticas, sintetizar, analizar, redactar con coherencia, expresarse oralmente, reconocer el significado de un vocabulario de uso, operar con los números, tener nociones básicas de cada una de las disciplinas que abordan a lo largo de los años, y siguen las firmas.
Conclusión: ¿Dónde se nos perdió el poncho?
¿En la articulación entre grado y grado?
¿En el pasaje de un ciclo al otro?
¿En la variedad de los modos de encarar cada enseñanza sin coordinación pedagógica?
¿En no entender el cambio de paradigma que significan los recursos tecnológicos?
¿El creer que nada de lo que hagamos va a cambiar la situación?
¿En el maltrato salarial, la acumulación de trabajo y el desánimo?
¿En el retiro de los padres o tutores de su función de primeros educadores?
¿En el descreimiento de los pibes de que lo que le dan en la escuela sirve para algo?
¿En nuestro propio descreimiento?
¿ En el derrumbe de la figura docente frente a la consideración de la sociedad?
¿ En el derrumbe de esa consideración frente a nosotros mismos como agentes de cambio?
¿En el apuro por terminar el programa?
¿ En el miedo que nos paraliza cuando los padres nos agreden, los chicos nos enfrentan, las máximas atoridades nos desautorizan y nos damos finalmente cuenta que estamos solos en la trinchera? Solos incluso rodeados de otros solos.
¿En la falta de espacios de reflexión para coordinar acciones conjuntas?
¿En la actitud individualista que tenemos los maestros (cada uno con su librito)?
¿En el lugar que empezaron a ocupar los medios masivos de comunicación como agentes deseducadores?
¿En todo eso junto?
¿En otra cosa no nombrada?
Algo hay cierto, se nos perdió el poncho. Y hay que encontrarlo. Seguro que no está en un grado en especial. Seguro que se deshilachó en el camino. Pero, en esto entran todas las escuelas de gestión privada y pública, los pibes llegan a séptimo grado con grandes agujeros en las prácticas del conocimiento. Sin hambre de aprehender. Sin alegría de saber.
Séptimo grado: diploma, medalla y beso. ¿Y el poncho?
Cada quince días trataremos de desarrollar lo que se entiende por “pedagogía de trinchera”
Se aceptan participaciones.
(¡)“Poncho”. Serie de acciones coordinadas que van cubriendo grado tras grado el crecimiento en la capacidad de razonamiento, expresión y valoración hacia el aprehendizaje que le permita al alumno/a discriminar y elegir su propio camino, su propia forma de vivir. Si año a año no se teje ese poncho los pibes tendrán frío intelectual y quedarán desnudos a merced de ser violados en su esperanza de futuro por los depredadores de la inteligencia y de la sensibilidad, quienes, no tengan dudas, abundan en la calle, en los medios de comunicación, en los hogares y en la propia escuela
Nace de la acción, pasa por la reflexión y se nutre de los escritos de profesionales con los que uno logra regar la evaluación. Y ahí se elabora la teoría que volverá a conectarnos con la acción.
Nuestro sistema educativo empieza al revés. Bajan una currícula que han sacado de libros y estudios alrededor de una mesa, o lo que es peor, en la soledad con la computadora, sin estar convalidados en la trinchera. Es el caso de este diseño que tenemos en primaria, un bonito compendio de palabras y oraciones bien hilvanadas (demasiado largas para mi gusto) pero que no tiene correlación con lo que se respira y transpira en el aula.
La cosa es así: el que pasó más de tres años fuera de la trinchera no puede tener la mínima noción de lo que ocurre aquí dentro. Y lamentablemente son los que toman las decisiones.
Así que vamos con nuestros pensadores que sacan sus nociones del laburo cuerpo a cuerpo.
La expresión del profesor Mariano Angel Temelini que figura en el título de esta entrega remite a encontrarnos con la realidad de que los chicos llegan al final del ciclo primario sin haber aprehendido los recursos básicos para manejar el conocimiento y la aplicación de esos conocimientos.
No está en entredicho el esfuerzo y el empeño de muchos docentes en brindarles a sus alumnos la mejor bajada de los contenidos curriculares.
Pero lo cierto es que los alumnos llegan al final de su primaria con serias dificultades para leer en voz alta, comprender lo leído, compenetrarse en la lectura silenciosa, resolver situaciones problemáticas, sintetizar, analizar, redactar con coherencia, expresarse oralmente, reconocer el significado de un vocabulario de uso, operar con los números, tener nociones básicas de cada una de las disciplinas que abordan a lo largo de los años, y siguen las firmas.
Conclusión: ¿Dónde se nos perdió el poncho?
¿En la articulación entre grado y grado?
¿En el pasaje de un ciclo al otro?
¿En la variedad de los modos de encarar cada enseñanza sin coordinación pedagógica?
¿En no entender el cambio de paradigma que significan los recursos tecnológicos?
¿El creer que nada de lo que hagamos va a cambiar la situación?
¿En el maltrato salarial, la acumulación de trabajo y el desánimo?
¿En el retiro de los padres o tutores de su función de primeros educadores?
¿En el descreimiento de los pibes de que lo que le dan en la escuela sirve para algo?
¿En nuestro propio descreimiento?
¿ En el derrumbe de la figura docente frente a la consideración de la sociedad?
¿ En el derrumbe de esa consideración frente a nosotros mismos como agentes de cambio?
¿En el apuro por terminar el programa?
¿ En el miedo que nos paraliza cuando los padres nos agreden, los chicos nos enfrentan, las máximas atoridades nos desautorizan y nos damos finalmente cuenta que estamos solos en la trinchera? Solos incluso rodeados de otros solos.
¿En la falta de espacios de reflexión para coordinar acciones conjuntas?
¿En la actitud individualista que tenemos los maestros (cada uno con su librito)?
¿En el lugar que empezaron a ocupar los medios masivos de comunicación como agentes deseducadores?
¿En todo eso junto?
¿En otra cosa no nombrada?
Algo hay cierto, se nos perdió el poncho. Y hay que encontrarlo. Seguro que no está en un grado en especial. Seguro que se deshilachó en el camino. Pero, en esto entran todas las escuelas de gestión privada y pública, los pibes llegan a séptimo grado con grandes agujeros en las prácticas del conocimiento. Sin hambre de aprehender. Sin alegría de saber.
Séptimo grado: diploma, medalla y beso. ¿Y el poncho?
Cada quince días trataremos de desarrollar lo que se entiende por “pedagogía de trinchera”
Se aceptan participaciones.
(¡)“Poncho”. Serie de acciones coordinadas que van cubriendo grado tras grado el crecimiento en la capacidad de razonamiento, expresión y valoración hacia el aprehendizaje que le permita al alumno/a discriminar y elegir su propio camino, su propia forma de vivir. Si año a año no se teje ese poncho los pibes tendrán frío intelectual y quedarán desnudos a merced de ser violados en su esperanza de futuro por los depredadores de la inteligencia y de la sensibilidad, quienes, no tengan dudas, abundan en la calle, en los medios de comunicación, en los hogares y en la propia escuela
martes, 8 de junio de 2010
La educaciòn por el Pepe Mujica
Dijo José Mujica (Presidente de Uruguay):
Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.
Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer.
Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute. .
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales.
No porque sea elegante sino porque es placentero.
Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shoppingcenters.
En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos.
No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.
Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.
Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también para ir a los conciertos o a los parques.
Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimentatanto de consumos materiales como intelectuales.
Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.
En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada.
LA EDUCACION ES EL CAMINO
Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.
Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.
Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.
Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas. Pero hay que hacerlo.
Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.
Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.
Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.
Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.
Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números.
Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.
Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa.
Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez.
O como los que vieron el fuego por primera vez.
Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo.
Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.
Es abrumador.
Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo losy sobre todo los uruguayitos sepan nadar en ese torrente.
Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.
Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes.
Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las preguntas que valen la pena.
Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.
Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada.
Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.
Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo. No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.
Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica..
Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. No hay tarea más grande delante de nosotros.
Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.
Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer.
Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute. .
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales.
No porque sea elegante sino porque es placentero.
Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shoppingcenters.
En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos.
No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.
Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.
Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también para ir a los conciertos o a los parques.
Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimentatanto de consumos materiales como intelectuales.
Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.
En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada.
LA EDUCACION ES EL CAMINO
Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.
Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.
Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.
Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas. Pero hay que hacerlo.
Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.
Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.
Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.
Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.
Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números.
Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.
Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa.
Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez.
O como los que vieron el fuego por primera vez.
Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo.
Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.
Es abrumador.
Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo losy sobre todo los uruguayitos sepan nadar en ese torrente.
Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.
Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes.
Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las preguntas que valen la pena.
Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.
Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada.
Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.
Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo. No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.
Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica..
Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. No hay tarea más grande delante de nosotros.
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