Se acabó.
Este es un blog que he querido mucho y que tuvo mucha participación de amigos y desconocidos.
Nos hemos comunicado. He despotricado contra el gobierno de Macri pero también conté lo que hablé con el mar cuando fui a la playa. He combatido y he relatado, recibí caricias y palos por lo escrito.
Me tomó diez meses saber que ya no estoy en las trincheras de la docencia. Que es el motivo de la existencia de este blog. Tuvo que pasar casi todo mi primer año de jubilado para saber que ya no soy maestro. Ya se eso de que uno nunca deja de ser maestro en su interior como aquello de que todos tenemos un niño en un rincón del corazón. Pero son solo expresiones de deseo. Las cosas empiezan y terminan. Y está bueno. Porque cuando termina algo suele empezar otra cosa. Y mi vida de maestro terminó hace diez meses. Y en la querida escuela 19 a la que extrañé (salvo cuando eran las ocho y media de la mañana y seguía remoloneando en la cama ).
Ahora quiero darle más espacio al escritor y al narrador y sobre todo al lector. Borges decía que no se enorgullecía de los libros que había escrito pero sí de los que había leído. Yo me enorgullezco de las dos cosas. Y se que tengo tanto para leer. Para escribir. Para narrar. Por eso los invito a seguir el blog www.cuentaescribecuentos.blogspot.com
Este que hoy cierro quedará colgando en internet para el que lo quiera leer pero ya no tendrá más entradas.
Quizás alguna vez pueda ser la base de algún libro, quién sabe. Maestros de Trinchera es un buen título.
Gracias por todo lo que compartimos desde estas trincheras. Y a los que siguen dentro de ellas, a continuar el combate, que vale la alegría.
Pintando las trincheras.
"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí
sábado, 14 de diciembre de 2013
viernes, 22 de noviembre de 2013
Me olvidé algo en Julián Alvarez
Hace tres meses me mudé a un barrio donde, los primeros días, sentí que había dejado olvidado algo en mi casa anterior. No sabía que era, pero revolvía los paquetes y los bolsos. No sabía que buscaba pero tenía la certeza que algo había dejado en el departamento de Julián Alvarez y Gascón.
Era imposible, porque había recorrido el lugar minuciosamente al entregarlo al propietario.
De todas maneras, pasaban los días y la certeza era cada vez más grande. Algo había quedado en Palermo.
Como ocurre en estos casos cuando dejé de buscar descubrí lo que faltaba.
Una mañana, una fresca y agradable mañana de septiembre, al despertarme y disfrutando un rato más del mediosueño que antecede al momento de levantarse, no escuché lo que escuchaba en mi casa anterior.
Mis oídos se habían acostumbrado a los bocinazos, rugidos de los motores de tres líneas de colectivos, y las puteadas de los autmovilistas que giraban sin sentido en la extraña rotonda que el gobierno de la ciudad había construido bajo mi ventana. Ahora todos esos ruidos estaban ausentes.
En esa mañanita de septiembre, un fresco silencio se matizaba con el canto de algún pájaro y el lejano ladrido de un perro que seguramente reclamaba su desayuno.
Me inquieté cuando noté que mis oídos extrañaban aquel barullo y pensé que tendría que reeducarlos para que gustaran de ese silencio que muchas veces se hace insoportable para el que no está acostumbrado a convivir con él.
Y pensé en el porteño medio, que ya ha naturalizado vivir en el caos de una ciudad turbulenta, histèrica, ruidosa y agresiva. Encima cuando quiere huir de ella por un rato termina embotellado en una ruta que va a la costa o al Tigre.
Por suerte, mis oídos ya están comenzando a disfrutar los atardeceres en el balcón de mi nueva casa. Es que si uno aprende a escuchar, el silencio no es ausencia de ruido, sino música quieta, melodía inmóvil, disfrute sonoro. Y el sonido del silencio es una de las mejores caricias que le podemos dar al alma.
Era imposible, porque había recorrido el lugar minuciosamente al entregarlo al propietario.
De todas maneras, pasaban los días y la certeza era cada vez más grande. Algo había quedado en Palermo.
Como ocurre en estos casos cuando dejé de buscar descubrí lo que faltaba.
Una mañana, una fresca y agradable mañana de septiembre, al despertarme y disfrutando un rato más del mediosueño que antecede al momento de levantarse, no escuché lo que escuchaba en mi casa anterior.
Mis oídos se habían acostumbrado a los bocinazos, rugidos de los motores de tres líneas de colectivos, y las puteadas de los autmovilistas que giraban sin sentido en la extraña rotonda que el gobierno de la ciudad había construido bajo mi ventana. Ahora todos esos ruidos estaban ausentes.
En esa mañanita de septiembre, un fresco silencio se matizaba con el canto de algún pájaro y el lejano ladrido de un perro que seguramente reclamaba su desayuno.
Me inquieté cuando noté que mis oídos extrañaban aquel barullo y pensé que tendría que reeducarlos para que gustaran de ese silencio que muchas veces se hace insoportable para el que no está acostumbrado a convivir con él.
Y pensé en el porteño medio, que ya ha naturalizado vivir en el caos de una ciudad turbulenta, histèrica, ruidosa y agresiva. Encima cuando quiere huir de ella por un rato termina embotellado en una ruta que va a la costa o al Tigre.
Por suerte, mis oídos ya están comenzando a disfrutar los atardeceres en el balcón de mi nueva casa. Es que si uno aprende a escuchar, el silencio no es ausencia de ruido, sino música quieta, melodía inmóvil, disfrute sonoro. Y el sonido del silencio es una de las mejores caricias que le podemos dar al alma.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Vos podés
Vos podés
Cortito y clarito
Homenaje de la titiritera Elena Santacruz a los maestros en su día.
http://www.youtube.com/watch?v=h98pPEbkEi0
Cortito y clarito
Homenaje de la titiritera Elena Santacruz a los maestros en su día.
http://www.youtube.com/watch?
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Mi primer 11 de septiembre fuera de la trinchera
Hoy es el primer 11 de septiembre desde hace cuarenta años que no festejo mi día dentro de la trinchera.
El primer festejo lo tuve el 11 de septiembre del 73. Ese día se mezcló la alegría con el gusto amargo del golpe en Chile. Pero yo estaba seguro que acá no iba a pasar. Había vuelto a Perón a solucionar todo y estaba el pueblo en la calle. No iba a pasar. Eso creía.
Hoy he recibido el saludo cariñoso de seres muy queridos.
Hoy me escribió desde España (gracias a la magia de este facebuque) un ex alumno junto al cual y a otros treinta y nueve pibes vimos en el 79, a las siete y media de la mañana, y en el aula del quinto grado, el gol con el que Ramón Díaz selló el campeonato del mundo de juveniles en Japón. Y formamos una montaña humana sobre el piso del aula.
Hoy puse me gusta a muchos maravillosos mensajes de amigos del facebuque sobre nuestro día.
Hoy no pude, pero mañana le voy a dar un beso a mi vieja porque ella me enseñó con el ejemplo que si este laburo no se hace con alegría, no hay vocación que valga.
El primer festejo lo tuve el 11 de septiembre del 73. Ese día se mezcló la alegría con el gusto amargo del golpe en Chile. Pero yo estaba seguro que acá no iba a pasar. Había vuelto a Perón a solucionar todo y estaba el pueblo en la calle. No iba a pasar. Eso creía.
Hoy he recibido el saludo cariñoso de seres muy queridos.
Hoy me escribió desde España (gracias a la magia de este facebuque) un ex alumno junto al cual y a otros treinta y nueve pibes vimos en el 79, a las siete y media de la mañana, y en el aula del quinto grado, el gol con el que Ramón Díaz selló el campeonato del mundo de juveniles en Japón. Y formamos una montaña humana sobre el piso del aula.
Hoy puse me gusta a muchos maravillosos mensajes de amigos del facebuque sobre nuestro día.
Hoy no pude, pero mañana le voy a dar un beso a mi vieja porque ella me enseñó con el ejemplo que si este laburo no se hace con alegría, no hay vocación que valga.
domingo, 25 de agosto de 2013
Pequeña historia de un gran saqueo
En mi pueblo, Arrecifes, había dos canales de televisión locales. ¡Cómo me gustaba verlos! Entre programa y programa pasaban las propagandas del bar de la esquina y la fábrica de soda que estaba al lado de la casa de una tía.
Como había varias compañias de cable cada canal del pueblo les alquilaba los programas que quería o podía.
Pero cuando Cablevisión se quedó con todo alquiló su programación a uno solo de los canales.
Y el otro canal del pueblo tuvo que venderle a precio muy bajo la licencia que había conseguido con mucho trabajo.Y desapareció.
Quedó solamente emitiendo y festejando el otro canal. Claro, tenia que pagar más pero había eliminado a la competencia.
Al tiempo Cablevisión le retiró la programación al único canal que quedaba, quien le vendió la licencia a precio todavía más bajo. Algún mango tenía que salvar. Y desapareció.
Y desde entonces en mi pueblo, que ya es ciudad, el que tiene cable ve más de setenta canales emitidos por una sola compañia. Y en algún tiempo también miraba las tribunas de una cancha de fútbol si no agregaba algunos billetes a la ya elevada suscripción.
Lo que no pude seguir viendo desde que llegó Cablevisión a mi pueblo fueron las propagandas del bar de la esquina o las de la fábrica de soda. Igual no las vería porque el bar ahora es un Restó y la fábrica un Shoping. Así que no se de qué me quejo.
(Nota: esto es parte de lo que se está jugando con la ley de medios. El miércoles, a Tribunales)
Como había varias compañias de cable cada canal del pueblo les alquilaba los programas que quería o podía.
Pero cuando Cablevisión se quedó con todo alquiló su programación a uno solo de los canales.
Y el otro canal del pueblo tuvo que venderle a precio muy bajo la licencia que había conseguido con mucho trabajo.Y desapareció.
Quedó solamente emitiendo y festejando el otro canal. Claro, tenia que pagar más pero había eliminado a la competencia.
Al tiempo Cablevisión le retiró la programación al único canal que quedaba, quien le vendió la licencia a precio todavía más bajo. Algún mango tenía que salvar. Y desapareció.
Y desde entonces en mi pueblo, que ya es ciudad, el que tiene cable ve más de setenta canales emitidos por una sola compañia. Y en algún tiempo también miraba las tribunas de una cancha de fútbol si no agregaba algunos billetes a la ya elevada suscripción.
Lo que no pude seguir viendo desde que llegó Cablevisión a mi pueblo fueron las propagandas del bar de la esquina o las de la fábrica de soda. Igual no las vería porque el bar ahora es un Restó y la fábrica un Shoping. Así que no se de qué me quejo.
(Nota: esto es parte de lo que se está jugando con la ley de medios. El miércoles, a Tribunales)
miércoles, 21 de agosto de 2013
Cárcel Verde
Mediodía de sol.
Tengo un tiempito entre dos trámites que debo realizar en la zona.
Me encuentro de golpe frente al Parque Centenario. Mis ojos se llenan de verde y mis piernas se encaminan hacia su verde césped.
Quince minutos de verde descanso.
Cruzo la calle y recién entonces me encuentro con las verdes rejas. Pregunto donde está la entrada y me indican que debo caminar treinta metros. Lo hago apurando el paso porque apenas tengo quince minutos.
Voy a disfrutar de algo que no hago hace tiempo. Descalzarme, sacarme las medias y dejar que mis plantas disfruten del contacto con la tierra. Alguien me dijo una vez que en la ciudad sufrimos de "cementitis" y que tener un rato por día para tomar contacto con la tierra nos permite que nos libremos de tanto estres. No se si será verdad pero cuando me acuerdo y encuentro algún espacio verde en la ciudad lo practico.
Unas puertas de rejas verdes cerradas me impiden empezar el rito. Me dicen que debo caminar cuarenta metros más y casi troto porque se esfuman mis quince minutos.
No encuentro ninguna puerta, pregunto y medicen que no, que era para el otro lado, porque las puertas de este lado están cerradas.
Corro porque ya solo me quedan cinco minutos y no quiero perderme ese momento de disfrute.
No hay caso, no encuentro la entrada. Ya me alejé mucho y pasaron los quince minutos.
Hace bastante calor y estoy transpirado. Miro la fuente que me ofrece a la distancia su chorro de agua fresca. Veo ese bien cortado césped, esas personas que, por supuesto, han sabido encontrar la entrada. y que van felices caminando por los sinuosos y prolijos senderos.
Llegaré tarde a mi trámite. Seguro que pasó mi número.
Me aferro a las rejas verdes y grito: ¡Guardiaaaaa!.
Me siento un prisionero en una celda verde. El prisionero del lado de afuera.
Tengo un tiempito entre dos trámites que debo realizar en la zona.
Me encuentro de golpe frente al Parque Centenario. Mis ojos se llenan de verde y mis piernas se encaminan hacia su verde césped.
Quince minutos de verde descanso.
Cruzo la calle y recién entonces me encuentro con las verdes rejas. Pregunto donde está la entrada y me indican que debo caminar treinta metros. Lo hago apurando el paso porque apenas tengo quince minutos.
Voy a disfrutar de algo que no hago hace tiempo. Descalzarme, sacarme las medias y dejar que mis plantas disfruten del contacto con la tierra. Alguien me dijo una vez que en la ciudad sufrimos de "cementitis" y que tener un rato por día para tomar contacto con la tierra nos permite que nos libremos de tanto estres. No se si será verdad pero cuando me acuerdo y encuentro algún espacio verde en la ciudad lo practico.
Unas puertas de rejas verdes cerradas me impiden empezar el rito. Me dicen que debo caminar cuarenta metros más y casi troto porque se esfuman mis quince minutos.
No encuentro ninguna puerta, pregunto y medicen que no, que era para el otro lado, porque las puertas de este lado están cerradas.
Corro porque ya solo me quedan cinco minutos y no quiero perderme ese momento de disfrute.
No hay caso, no encuentro la entrada. Ya me alejé mucho y pasaron los quince minutos.
Hace bastante calor y estoy transpirado. Miro la fuente que me ofrece a la distancia su chorro de agua fresca. Veo ese bien cortado césped, esas personas que, por supuesto, han sabido encontrar la entrada. y que van felices caminando por los sinuosos y prolijos senderos.
Llegaré tarde a mi trámite. Seguro que pasó mi número.
Me aferro a las rejas verdes y grito: ¡Guardiaaaaa!.
Me siento un prisionero en una celda verde. El prisionero del lado de afuera.
domingo, 4 de agosto de 2013
Envido. Envido. Falta envido.Treinta y tres de mano. No son buenas.
Las encuestas dicen que al 33 por ciento de los porteños no les importa que este invierno los chicos de oncología del Hospital de niños se hayan quedado sin colonia de vacaciones por "falta de presupuesto".
Las encuestas dicen que al 33 por ciento de los porteños no les importa que desde hace años casi no se nombran ni enfermeras ni médicos en los hospitales públicos.
Las encuestas dicen que al 33 por ciento de los porteños no les importa que solo se hayan terminado dos escuelas primarias públicas en los últimos siete años.
Las encuestas dicen que al 33 por ciento de los porteños no les importa que la metropolitana le pegue a los enfermos mentales, que el espacio verde sea reemplazado por cemento y que a los que duermen en la calle le tiren sus pocas cosas en un camión de basura.
Lo que las encuestan no dicen es que la mayoría de ese 33 por ciento tiene pre-paga, usa el colegio privado, se recrea en clubes o countries, se asusta cuando ve a un morocho mal vestido y está deseando que aumente el subte para no viajar tan apretados.
En esta mano las treinta y tres de la falta no son mejores.
sábado, 20 de julio de 2013
Amistad
La amistad se me ocurre, es un puente
tendido entre caminos paralelos
dos rumbos
atraídos de repente
por un mismo diapasón en sus anhelos.
Un lucero
entre crepúsculos, velando
los misterios que palpitan en la vida.
El calor que nace saboreando
un café en la mesa compartida.
Un amigo es la certeza perentoria
de que hay algo más allá que nos reclama.
El recuerdo que vuelve a la memoria
de las sendas y las dichas olvidadas.
Es el tono fraterno, generoso,
que ignora reprochar, echar en cara,
y prefiere coincidir en el esbozo
de una
historia que espera ser contada.
Amistad es el nido y es el viento.
Un
amigo es el lago y el torrente.
Es la fértil matriz y el nacimiento
de la meta escogida libremente.
De Angel Eugenio Perrone, un amigo.
Para mis amigos.
Para mis amigos.
miércoles, 17 de julio de 2013
El loco por la tele
El tipo era un loco
por la tele. Pero "loco mal", como dicen hoy los jóvenes.
Desde muy chico podía pasarse horas con los ojos fijos en la pantalla. Los problemas empezaron cuando tuvo que ir a la escuela. Pataleaba y gritaba y apenas volvía a su casa se enchufaba en la tele.
Desde muy chico podía pasarse horas con los ojos fijos en la pantalla. Los problemas empezaron cuando tuvo que ir a la escuela. Pataleaba y gritaba y apenas volvía a su casa se enchufaba en la tele.
La cosa empeoró en
la adolescencia cuando se encerraba en su cuarto, salteaba los almuerzos
y las cenas y acumulaba materias para rendir en marzo.
Cuando fue adulto el matrimonio le duró seis meses. El tipo venía del trabajo y comía en silencio mientras su mujer quedaba sosteniendo una conversación con ella misma.
Pasaba los fines de semana mirando todos los deportes. Después le dio por todas las películas. Después por todos los programas científicos.
Cuando fue adulto el matrimonio le duró seis meses. El tipo venía del trabajo y comía en silencio mientras su mujer quedaba sosteniendo una conversación con ella misma.
Pasaba los fines de semana mirando todos los deportes. Después le dio por todas las películas. Después por todos los programas científicos.
En el trabajo esperaba ansioso la hora del almuerzo para ir hasta el
bar de la esquina. Y mientras sus compañeros charlaban sobre fútbol y mujeres el tipo solo quitaba los ojos de la pantalla
para evitar ensartarse un ojo con el
tenedor cargado de ensalada. En su casa nunca apagaba el televisor para no
perder tiempo en prenderlo cuando regresaba del trabajo. La tele era su amiga,
su amante, su interlocutora, su ventana al mundo.
El tipo soñaba con la jubilación. Tachaba en las hojas de un
cuaderno los años que le faltaban para
alcanzar la edad requerida por la ley. El momento supremo donde él y la tele
serían todo el tiempo el uno para el otro.
Y
como todo en la
vida llega, ese momento llegó. Y el tipo se jubiló. Se encerró
definitivamente en su casa y le dedicó la mayor parte del día a ver
televisión. Apenas dormía y apenas comía.
Hasta puso un televisor en el baño. Y sus ojos
soñolientos paseaban por todos los canales que tenía su compañía de
cable, a la
que le pagó el servicio cinco años por anticipado para no perder el
tiempo que le demandaba ir hasta el Pago Fácil del barrio.
El tipo se fanatizó con los noticieros y los programas
políticos aunque ni se dignó salir de su casa para ir a votar en ninguna
elección. Conocía a todos los personajes
de la política argentina y los veía discutir entre ellos en la oscuridad de su cuarto,
únicamente iluminado por los rayos titilantes del aparato.
Y un día de julio
de 2011 el tipo se durmió. Recostado en la cama y en medio de los insultos que dos políticos, un hombre y una mujer, se
propinaban entre sí. En el momento más interesante de las agresiones verbales,
vencido por el sueño, el tipo se durmió.
Y siguió dormido por varios días.
A nadie le extrañó
no verlo porque pocas veces lo habían visto por la calle.
Y siguió dormido
por varias semanas.
Nadie percibió nada
raro porque cuando algún vecino pasaba
por la puerta de su departamento escuchaba el sonido de la tele y se iba sacudiendo
la cabeza y pronto se olvidaba del loco por la tele, como lo llamaban en el
barrio.
Y siguió dormido
por varios meses.
Quizás los rayos
catódicos que había acumulado a lo largo de su existencia lo mantuvieron
saludable e hidratado, roncando apaciblemente mientras en la tele se sucedían
los programas día y noche.
Y dos años después,
en un día de julio de 2013 el tipo se despertó. Todo en su cuarto seguía igual,
la oscuridad, el olor a encierro y la tele prendida justo cuando estaban emitiendo un programa político.
Y ahí estaban frente a sus ojos los dos mismos personajes, un hombre y una mujer, que él creía haber visto hacía solo unos
instantes. Y los vio juntos y amables, echándose alabanzas uno sobre el otro,
sonrientes y amigables recortados por el marco del televisor. Y ahí el tipo creyó
que había enloquecido. Que sesenta y ocho años de sobredosis de televisión le habían afectado la razón.
Y por primera vez
en su vida el tipo apagó la tele. Y quedó en silencio, envuelto por la
oscuridad. Solo unos instantes de profundo vacío de sonido y luz
que nunca había experimentado. Y tomó la
decisión.
Ningún vecino en el
barrio notó su ausencia. Solo se dieron cuenta que se había ido cuando el
departamento se puso en venta. Y no mereció más que un comentario desdeñoso.
Nadie
supo entonces
que el tipo se compró una pequeña casa en La Falda, con las ventanas
mirando hacia las sierras. Y que pasaba las tardes disfrutando el sol,
los arroyos y el
aire cordobés. Y que en su casa nunca hubo un televisor. Y que por las
noches
se daba una panzada de estrellas desde el jardín. Eso sí, siguió
solitario y
aislado los últimos espléndidos doce años
de vida que le tocó vivir. Por
eso nunca supo que el milagro debía agradecérselo a un tipo y una tipa
llamados
Pino y Lilita.
martes, 2 de julio de 2013
domingo, 23 de junio de 2013
Ya no me queda ni Patoruzú.
Fue la historieta compañera de mis viajes en micro, cuando iba de vacaciones a mi querida Arrecifes. Y también cuando volvía. A veces era mensual. Y en algún momento semanal. Era maravillo ir al kiosco y ver que estaba ahí, prendida de un broche en el escaparate.
Ese indio noble y millonario, dueño de media Patagonia y que luchaba siempre por la justicia, defendiendo a los más humildes. Indestructible e ingenuo. Creía en la palabra y a pesar de su fortuna siempre andaba en ojotas, vincha, poncho y boleadora. Su austeridad y generosidad hacían sufrir terriblemente al derrochón de Isidorito.
Siempre creí que era un personaje de ficción. Pero no. Patoruzú existió. Fue originario. Y del sur del país. Fue cacique y millonario.Y fue una mierda de persona. Traidor a su raza, se ofreció a Roca,junto a otro nativo, para servir de guía hacia los lugares donde sus hermanos de sangre se ocultaban. Y así los soldados los encontraban y los masacraban.
Roca, en agradecimiento por los servicios prestados, le regaló una gran extensión de tierra. A él y al otro nativo. Pero fue su compañero quien encontró en sus tierras oro y Patoruzú, fiel a sus principios, lo asesinó y se quedó con todo.
Así se hizo de una fortuna enorme, compró más tierras y fue un estanciero con numerosa prole. Eso sí, nunca renunció a su condición de indio. Nunca visitó la ciudad porque sentía un gran desprecio por el hombre blanco. Se paseaba orgulloso con su poncho y sus ojotas recorriendo sus extensos campos llenos de cosechadores y jornaleros explotados. Y murió de viejo en la comodidad de su estancia.
Juan Gelman contó esta historia y es el culpable que se cayera el último mito de mi infancia. Primero fueron muchos próceres que exaltaban en mi escuela, después muchos santos que endiosaban en mi parroquia. Y ahora nada más ni nada menos que ......el Cacique Patorurú.
Ese indio noble y millonario, dueño de media Patagonia y que luchaba siempre por la justicia, defendiendo a los más humildes. Indestructible e ingenuo. Creía en la palabra y a pesar de su fortuna siempre andaba en ojotas, vincha, poncho y boleadora. Su austeridad y generosidad hacían sufrir terriblemente al derrochón de Isidorito.
Siempre creí que era un personaje de ficción. Pero no. Patoruzú existió. Fue originario. Y del sur del país. Fue cacique y millonario.Y fue una mierda de persona. Traidor a su raza, se ofreció a Roca,junto a otro nativo, para servir de guía hacia los lugares donde sus hermanos de sangre se ocultaban. Y así los soldados los encontraban y los masacraban.
Roca, en agradecimiento por los servicios prestados, le regaló una gran extensión de tierra. A él y al otro nativo. Pero fue su compañero quien encontró en sus tierras oro y Patoruzú, fiel a sus principios, lo asesinó y se quedó con todo.
Así se hizo de una fortuna enorme, compró más tierras y fue un estanciero con numerosa prole. Eso sí, nunca renunció a su condición de indio. Nunca visitó la ciudad porque sentía un gran desprecio por el hombre blanco. Se paseaba orgulloso con su poncho y sus ojotas recorriendo sus extensos campos llenos de cosechadores y jornaleros explotados. Y murió de viejo en la comodidad de su estancia.
Juan Gelman contó esta historia y es el culpable que se cayera el último mito de mi infancia. Primero fueron muchos próceres que exaltaban en mi escuela, después muchos santos que endiosaban en mi parroquia. Y ahora nada más ni nada menos que ......el Cacique Patorurú.
sábado, 15 de junio de 2013
El preguntazo
Si no hacemos la revolución de las preguntas nos van a
tapar con las respuestas.
Todos tenemos respuestas.
Pero los únicos que tienen preguntas son los chicos y los
locos. Y fastidian.
Ayer el peluquero me dijo mientras me rebajaba la patilla: “A la piba la
mató el padrastro”. Y al rato, mientras su vista iba y venía desde mi nuca al
televisor agregó: “El freno no andaba, ponele la firma”. Tenía todas las
respuestas. Y Contundencia.
En la sala de espera de cualquier lugar, en el taxi, en
la puerta de la escuela, en una fiesta familiar, en la reunión de consorcio de
la entrada del edificio, todos tenemos la respuesta, la justa. Y si alguien se
anima a una pregunta le respondemos antes que ponga el signo de interrogación.
Y como todos estamos firmemente agarrados a nuestra respuesta se arman las
discusiones y las peleas. Porque mi respuesta es la verdadera, no hay otra.
La televisión es
la gran constructora de respuestas. Programas llenos de panelistas que afirman,
aseguran y confirman categóricamente aseveraciones de interrogantes que nunca
se han formulado. Pero la actitud y la firmeza de su voz no dejan margen de
duda. Es así.
“Nadie se encierra en una depresión por exceso de preguntas, sino por exceso de respuestas.” (Hernán Casciari) Las preguntas abren posibilidades, te permiten dudar, averiguar, dan más de una opción. El aluvión de respuestas te encierra, te abruma, te limita, te cierra nuevos caminos, te oprime el pecho, no hay nada más que buscar, se acabó.
“Toda la cultura avanza por los interrogantes, cuando se llega a una respuesta se abren mil nuevas preguntas.” (Eduaro Aberbuj) Volvamos a la edad de los por qué. Hagamos el preguntazo.
martes, 11 de junio de 2013
Memorias de un maestro que se fue (2)
Hace cien días me jubilé.
En este tiempo he pensado varias veces en cerrar este
blog.
Porque ya no estoy en la trinchera. Y siempre critiqué a
los que hablan del mundo de la escuela desde afuera. No se puede teorizar
cuando no se está con el traje de amianto (guardapolvo blanco) combatiendo en
la vanguardia. Con más razón cuando en
los últimos años en la Ciudad de Buenos Aires no hay que lidiar solamente con
lo que sucede cada día en las aulas, en los pasillos y en el patio de la
escuela, sino con un Gobierno porteño que ataca a cara descubierta a la
educación pública.
Pero bueno, ya decidiré que hago con este blog. Por ahora
sigo con algunas memorias de un maestro que se fue:
Desde el primer día que fui maestro supe que iba a
transcurrir toda mi vida laboral en las escuelas. Pero no podía racionalizar por
qué. Era mi lugar en el mundo laboral.
¿Por qué? No lo sabía. Lo sentía. Lo vivía. Lo
disfrutaba. Lo sufría.
Ahora sé por qué. Justo cuando no estoy en el día a día caigo en la cuenta. Porque quería ser un expendedor de combustible. Sí, aunque suene raro.
La escuela fue para mí una estación de servicio y yo despaché una especie de
nafta especial a través de cuarenta años.
Lo supe el otro día cuando leí a Fabián Casas. Este autor escribió:
“La infancia es esa época de la vida en la que una persona carga
el combustible que va a tener que usar hasta que se muera”.
Por eso a la escuela hay que cuidarla tanto. El
combustible que ofrece a sus alumnos es
indispensable pero también inflamable. Y si se la sigue bombardeando puede
volar por los aires. Y los trajes de amianto que llevan las maestras y los
maestros no son a prueba de maltrato.
Hace cien días me jubilé de expendedor de combustible. Ahora estoy construyendo un nuevo surtidor conocido por mí: lleno de
títeres, cuentos, teatro y poesía. Para seguir ayudando a que los chicos continúen almacenando la energía que van a necesitar
durante el resto de su vida. Y para que yo lo siga disfrutando.
sábado, 18 de mayo de 2013
El día en que Dios conoció el miedo
Cuando era chico, en
catequesis, me hablaban sobre el Juicio Final. El día en que todos deberíamos
comparecer ante el Tribunal de Dios para dar cuentas de nuestros actos y
escuchar el veredicto: Paraíso o Infierno. Y yo me asustaba.
Ahora me asustan otras
cosas pero por un momento quise volver a creer en ese Juicio Celestial para
imaginarme como hubiera sido el momento en que Videla se encontró con Dios. Y
esto fue lo que resultó.
Y se encontraron. Cara a
cara. El Viejo Barbado y el Flaco Cadavérico. Los dos bien erguidos. Mirándose.
El Flaco Cadavérico no
bajó la vista.
El Viejo Barbado se le
metió por los ojos, y no encontró nada. Solo quería que el trámite fuera lo más
corto posible.
- - Te condeno al Infierno por toda la Eternidad- dijo Dios.
- - No acepto la competencia de este Tribunal- dijo Videla-. Solo Dios me puede juzgar.
- - Yo soy Dios- dijo Dios.
- - No – dijo Videla-. Dios soy yo.
Y solo el silencio
siguió al silencio después de tanto silencio.
El Viejo Barbado tenía
frío, y supo que ese frío lo traía encima el Flaco Cadavérico. Y era un frío sin viento, un frío sin hielo,
un frío sin nieve, un frío sin invierno. Era un frío…sin nada.
Miró hacia el Infierno
de Dante y recorrió con la vista los nueve círculos. ¿En cuál alojaría al Flaco
Cadavérico? Desandó con la mirada los nueve círculos y sacudiendo la cabeza
sentenció:
- No puedo mandarte al primer círculo porque allí van los
no bautizados. Y tú has sido ritualmente introducido a la Iglesia Católica, una
de las tantas creencias que me son devotas.
- No puedo mandarte ni al segundo, ni al tercero, ni al
cuarto ni al quinto círculos porque allí
van los lujuriosos, los golosos, los avaros o despilfarradores, los perezosos y
los iracundos. Y tú jamás te has entregado a ninguno de estos pecados capitales. Nunca te has dejado
arrebatar por las pasiones. Nunca se te ha visto fuera de ti.
- No puedo mandarte al sexto círculo porque allí están los herejes y tú siempre has manifestado la más alta adhesión a tu fe católica.
- Ni siquiera puede ubicarte en el séptimo círculo donde
van los violentos porque los delitos por los cuales te han condenado los
hombres muestran que nunca has matado, violado, robado, secuestrado o
desaparecido por tu mano. No apretaste ningún gatillo. Tus oídos no escucharon
el grito desgarrador de los torturados. Tu impecable uniforme nunca se manchó
con la sangre de los fusilados.
- Tampoco puedo ubicarte en el octavo círculo donde van los
corruptos porque tu vida fue austera. No guardaste para ti nada de tus víctimas.
- Y quedas afuera
también del último círculo, el noveno, el de los traidores, porque
fuiste obstinadamente consecuente con tus ideas.
El Viejo Barbado se
sintió cansado. El frío era cada vez más
intenso. Miró al Flaco Cadavérico y no vio un movimiento, un gesto, solo se
movían imperceptiblemente esos ojos desafiantes
Decidió terminar ya
mismo con este asunto. Cosas más importante esperaban su atención. Tomó coraje,
aclaró su voz y tronó:
- No puedo mandarte a ninguno de los círculos, ni aún a los
más profundos porque no perteneces a ninguno. Por eso, por toda la Autoridad
que me he conferido desde el Principio de los Tiempos, te condeno….. a seguir
muerto
- Mira el infierno de Dante. Todas esas almas que sufren
los más grandes padecimientos y terribles castigos tienen una sola esperanza, que el día del Juicio
Final, cuando justos e injustos resuciten entre los muertos, tengan una
posibilidad entre un millón de que los alcance mi Infinita Misericordia.
- Tú no podrás tener esa oportunidad. Estabas muerto cuando
te sorprendió la Muerte y seguirás muerto por los Tiempos de los Tiempos.
Dios, el Viejo Barbado, sintió
que una corriente cálida lo envolvía.
Levantó la vista y ya no vio al Flaco Esquelético. Respiró aliviado. Grabó en
su Mente la fecha: 17 de mayo de 2013. Nunca olvidaría ese día en que, El, Dios, conoció el miedo.
viernes, 17 de mayo de 2013
La muerte de un canalla de Mario Benedetti
SE MURIO EN LA CARCEL, SE
CUMPLIO LA CONSIGNA: JUICIO Y CASTIGO
Ahora Benedetti dice:
LA
MUERTE DE UN CANALLA
"Los canallas viven mucho,
pero a veces se mueren".
Vamos a festejarlo
Vengan todos
Los inocentes
los damnificados
los que gritan de noche
los que sueñan de día
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
Vamos a festejarlo
Vengan todos
el canalla se ha muerto
se acabó el alma negra
El ladrón
El cochino
se acabó para siempre
hurra que vengan todos
Vamos a festejarlo
a no decir
La muerte
Siempre lo borra todo
Todo lo purifica
Cualquier día
La muerte no borra nada
Quedan Siempre las cicatrices
Hurra
murió el cretino
Vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
Vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste es un muerto cualquiera
Vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda
Vamos a festejarlo
Vengan todos
Los inocentes
los damnificados
los que gritan de noche
los que sueñan de día
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
Vamos a festejarlo
Vengan todos
el canalla se ha muerto
se acabó el alma negra
El ladrón
El cochino
se acabó para siempre
hurra que vengan todos
Vamos a festejarlo
a no decir
La muerte
Siempre lo borra todo
Todo lo purifica
Cualquier día
La muerte no borra nada
Quedan Siempre las cicatrices
Hurra
murió el cretino
Vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
Vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste es un muerto cualquiera
Vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda
Mario
Benedetti
jueves, 2 de mayo de 2013
El Capitán Mediavista en la Feria del Libro
Podés encontrarlo en el stand de SM - Barco de Vapor-
Miércoles 8 de mayo a las 17 hs.
Lunes 13 de mayo a las 16 hs.
Dos aventuras de la trilogía
1- El Capitán Mediavista en la Isla de los Cangrejos Muertos
2- El Capitán Mediavista y el Tesoro de la Verde Esmeralda
Juan Pedro Mc Loughlin firmará ejemplares
Podés encontrarlo en el stand de SM - Barco de Vapor-
Miércoles 8 de mayo a las 17 hs.
Lunes 13 de mayo a las 16 hs.
Dos aventuras de la trilogía
1- El Capitán Mediavista en la Isla de los Cangrejos Muertos
2- El Capitán Mediavista y el Tesoro de la Verde Esmeralda
Juan Pedro Mc Loughlin firmará ejemplares
martes, 16 de abril de 2013
Ya viene navegando el Capitán Mediavista
Mediavista hoy zarpó de Puerto Perdido y el martes llega a las costas de la 19 del 9. Allí te espera.
Capitán Mediavista y el tesoro de la Verde Esmeralda
de Juan Pedro Mc Loughlin
(segundo libro de
la trilogía)
Editorial SM (Barco
de Vapor)
Con la presencia
del mismísimo Capitán recién llegado desde Puerto Perdido
Se venderán y
firmarán ejemplares del autor
cuentaescribecuentos.blogspot.com
Escuela
Prov. del Chubut (Esc19DE9),23 de Abril,18 hs, Humboldt 742.
martes, 9 de abril de 2013
domingo, 24 de marzo de 2013
El Papagolpe de mercado está en marcha
Durante una
semana entera, todas las pantallas de televisión, las portadas de todos los
diarios, los programas de todas las radios, las conversaciones en calles,
colectivos y casas se ocuparon de un tema excluyente: Habemus Papam .
De pronto, en el
día octavo, el diario de mayor tirada de la Argentina descendió en picada a
asuntos terrenales de suma gravedad: Nos avisó que el dólar se acercaba a los
nueve pesos.
Desde 2007 ya
habían intentado en siete ocasiones un golpe de mercado. Y siempre escondidos
detrás de hechos de masiva repercusión : el estallido de la burbuja
inmobiliaria yanqui, el alzamiento “del campo”, la crisis europea,las elecciones
presidenciales y otros.
Pero esta vez la
ocasión era la más favorable. Amparados en la elevación espiritual de la mayoría de la población resonaron los primeros ruidos que nadie
escuchó o no quiso escuchar.
Videla llamó al
ejército a levantarse en armas. Un hecho de enorme gravedad que no provocó la
reacción contundente de todo el arco político, sino voces aisladas.
Mientras todos
los medios admiraban a Francisco por su
humildad al llamar al diariero para que
ya no le llevara nada menos que La Nación muchos de sus privilegiados lectores
armaban el plan.
Cristina,
visiblemente emocionada, estaba
distraída desenvolviendo un mate y la correspondiente bombilla para regalarle al Papa.
Y en la mañana
del octavo día, todos nos levantamos con la sorpresa que la vida no vale nada
si no tenemos nueve pesos para comprar
un dólar.
Mientras se le
decía al pueblo pobre que lo mejor es que se quede pobre porque así lo quiere Dios, los dueños
del poder fugaban miles de dólares que
compraban en el mercado negro creando un clima de incertidumbre generalizado.
El mismo González
Fraga se animaba a amenazar declarando que los especuladores (nombre y apellido por
favor) disponían de diez mil millones de pesos para invertir en el mercado
ilegal. (cómo lo sabe, nadie se lo preguntó)
ADECUA, la
agrupación de la prensa “independiente”, denunciaba desde distintos medios de prensa
que no había libertad de prensa.
La Afip, para
regocijo del enemigo, no se le ocurrió mejor momento para aumentar un cinco por
ciento al uso de tarjeta de crédito en los viajes al exterior. Les servía en
bandeja la excusa exacta para iniciar la estampida.
El gobierno entró
en un mutismo insólito mostrando que también había sido pillado mirando a Roma
y se vio el patético espectáculo de un Moreno que parecía que estaba negociando
con los negreros del dólar.
El objetivo
principal no es derrocar al gobierno, sino disciplinarlo. Una devaluación que
logre la ansiada transferencia de ingresos a las manos de siempre, el
debilitamiento de la imagen de la Presidenta
frente a las cercanas elecciones
y marcar la cancha para que todos sepan quién es el que manda.
El Papagolpe de
mercado está en marcha. Sus nada austeros mentores se encomiendan a San Dólar. Y no le rezan una oración en italiano, sino la plegaria internacional de las
minorías: Jodete pueblo que estás en la tierra.
lunes, 4 de marzo de 2013
...Y el último día, me llevé la bandera
...Y el último día, me llevé la bandera.
En el inicio del ciclo lectivo 1973 (en aquel entonces empezó el 12 de marzo
porque nadie estaba enloquecido con los 190 días imposibles de cumplir), en
aquel inicio, decía, yo estrenaba mi
vida docente al frente de un quinto grado en el Colegio Sagrada Familia de
Villa Urquiza. En la mañanita de aquel lunes me tocó izar la bandera por ser el primer ex alumno que iba
a trabajar de maestro en esa escuela. Yo tenía 20 años.
El inicio del ciclo lectivo 2013 (en un insólito día a mitad de semana del mes
de febrero), en ese inicio, decía, yo cerré mi vida docente en la Escuela
Provincia del Chubut de Villa Crespo. En la tarde el 28 de febrero arrié la bandera
con las mismas manos temblorosas de aquellos tiempos. Solo habían pasado
cuarenta años.
…. Y en ese último día, el
Director de la 19 … me regaló esa bandera. Y acá la tengo, en mi casa, bien
acurrucada sobre el cofre del Capitán Mediavista, como un preciado tesoro que
sintetiza, en celeste y blanco, todo lo
que viví caminado los pasillos de las escuelas ataviado con mi guardapolvo
blanco.
domingo, 24 de febrero de 2013
El ciclo lectivo más corto de mi vida.
El ciclo escolar 2013, si las clases empiezan, será el ciclo lectivo más corto de mi vida docente.
Durará dos días. El 27 y el 28 de febrero.
Porque el primero de marzo festejaré mi jubileo con la educación. En términos menos poéticos, estaré jubilado.
Hace cuarenta años también en un primero de marzo, pero de 1973, me incorporaba a una escuela por primera vez para inaugurarme en esta profesión que ahora dejo.
Estoy contento de haberla desempeñado durante cuatro décadas en todos los cargos que se puede tener en el nivel primario. De todos ellos, el que más disfruté y amé fue el de maestro de grado. Ahí junto a los pibes, en el aula, con un grupo escolar, en la trinchera. Sé que no la voy abandonar totalmente porque tengo pensado seguir contando cuentos en las escuelas, llevando mis libros. Pero ya no será tan seguido.
No se si este blog continuará. No lo tengo decidido. Pero quiero agradecerles a todos los que me acompañaron en la lectura de mis escritos. A seguidores y amigos los invito a visitar el blog wwwcuentaesribecuentos.blogspot.com donde desarrolo mi otra pasión en el laburo que es el teatro, la escritura y la narración oral.
El jueves usaré por última vez el guardapolvo blanco. Pero cuando me lo saque seguiré teniendo el maestro que llevo en mí. Buena Vida.
domingo, 10 de febrero de 2013
El día del heroico éxodo porteño
Finalmente se cansaron todos. Y se fueron.
Fue un 9 de enero de 2013. Día que seguramente se convertirá en feriado.
El día del heroico éxodo porteño.
En fila india. Como hormiguitas disciplinadas. Aguantando
estoicamente el sol que caía a plomo ese sábado de enero.
Necesitaban huir. De sus plazas encarceladas. De la
destrucción de su avenida emblemática. De los árboles arrancados furtivamente
durante las madrugadas. De la basura que ya alcanzaba los departamentos del
primer piso. De las aguas que corrían como ríos por cualquier avenida después de un aguacero.
Necesitaban huir antes de ser alcanzados por alguna
topadora insaciable o quedar atrapado
dentro de alguna reja inesperada.
Finalmente se
cansaron todos. Y se fueron. Todos.
Y huyeron hacia el mejor de los destinos: el mar.
Fueron a buscar su viento y su arena. Su sal y su
misterio. Sabiendo que nunca nadie podría enrejar la caricia de su espuma
cuando el mar estaba de buen humor o detener con muros de chapa a la furia de sus olas cuando algo lo
encrespaba.
Y aguantaban viajar a paso de hombre. Subidos a sus
coches. A sus micros. Con sus niños. Con sus abuelos. Con los abandonados en las calles. Arrastrando
a los que se negaban a abandonar su ciudad. En una interminable fila primero de
a dos, y luego de a uno cuando iban llegando a su destino final. Tratando de no escuchar a sus espaldas el estruendo de los edificios que se derrumbaban. Sonriendo porque sabían que no habría víctimas ya que todos se habían ido. Transpirando pero felices porque ya estaban percibiendo el inconfundible olor del mar.
La ciudad quedó vacía. Sus calles en silencio. Ni
siquiera estaba MM, quien también había huido de sí mismo.
domingo, 27 de enero de 2013
Trincheras en los túneles
Antes de viajar al esperado mar, trincheras decidió bajar
a los túneles de la ex mítica línea del
subte A donde se suponía estarían trabajando arduamente, para lograr que los
pasajeros que utilizan este
ágil transporte eviten hacer largas
colas para llegar a sus trabajos.
Como tenemos entrenamiento para estar bajo tierra nos
movimos con comodidad por los espectrales laberintos borgeanos asombrados por
el silencio casi absoluto que reinaba en el lugar.
Aún dos semanas después
de haberse clausurado su circulación, varias formaciones de los casi centenarios
vagones todavía descansaban en el vientre de esos intrincados pasadizos.
Los consultamos y nos respondieron con un crujido
lastimero de buena madera, nos dijeron que la mayoría de sus hermanos yacían a la
intemperie en un playón de Parque
Patricios. Lo que más les preocupaba no era la lluvia, sino que los cegara la
luz , porque por noventa y nueve años solo habían conocido, como vampiros, la
maravillosa oscuridad de los túneles.
Apesadumbrados por semejante declaración seguimos andando
sobre una zorra chirriante y en los solitarios andenes veíamos a desolados canillitas
aferrados a sus escaparates cerrados.
Más adelante, en sus puestos, de señaleros estaban
apostados los primeros trabajadores del subte que avistamos. Tomaban mate y al
responder a la pregunta de qué hacían desde hace dos semanas nos respondieron: “Nada,
nos rascamos las….” No trascribimos la frase completa porque Trincheras mantiene una línea editorial sin
exabruptos. Cuando tratamos de ubicar al resto del personal los encontramos
capacitándose en las oficinas que tiene Metrovías en Bartolomé Mitre al 3300.
Miramos estupefactos el entrenamiento. Tenían que dar vuelta carnero y al salir
decir una palabra que definiera una imagen (también ellos se abstuvieron en
usar la primera que les vino a la mente, para no poner en juego su empleo). Se agregaban ejercicios de respiración y relajación, mímica
y juegos de roles”. Esto duró dos días porque los muchachos del subte, que no
son nenes de pecho, finalmente mandaron a sus capacitadores a la parte más alta
de una nave a vela.
Preguntamos por la capacitación en la tarea específica de
conducir las nuevas formaciones Nos contestaron en este orden:
-
Los capacitadores que vinieron de la China
no tienen traductores y se hacen entender a base de señas.
-
Solo una formación de las nuevas están corriendo por las vías desde el lunes pasado. Nadie sabe quien la conduce. Quizás el Fantasma
de la Opera, quien se refugió en esos túneles después
de que esta misma administración destruyera…perdón, restaurara el teatro Colón.
-
A los boleteros y personal de los
andenes se les dio el único manual que está en castellano y divide a los pasajeros en tres categorías, el “terrorista” (individuo
disconforme), el “mercenario” (individuo que puede ser captado a cambio de
algo) y el “apóstol” (el satisfecho) – En el manual aclara que estas categorías
las estipuló Luis Huete “pensador de referencia de mangement internacional”·(1)
-
El último consejo del manual es la frase
de cabecera del líder de esta facción que hoy desgobierna la ciudad de Buenos
Aires. El manual aconseja a los boleteros: "SI HAY ALGUNA DUDA NO ASUMIR NINGUNA
RESPONSABILIDAD". (Textual)
Trincheras se retiró de los túneles
con más ganas que nunca de que llegara febrero, fecha en que irá a buscar
aire nuevo al mar, donde los únicos túneles que veremos son los que haremos con
el baldecito y la palita de plástico.
(Cualquier
parecido a la ficción es casualidad.
Esto es pura y grotesca realidad)
(1) “Programa:
formación de personal de tráfico. (Cuadernillo entregado por Metrovías en
Avenida de Mayo al 600)
jueves, 24 de enero de 2013
Aún lejos del mar
Esta vez no fui al mar en enero.
Y lo extraño.
Pero falta poco. Este año será en febrero.
Añoro el viento del mar. El sol de la mañana, tempranito.
El atardecer mientras el agua salada se seca en mi cuerpo con los rayos ya anaranjados.
La espuma.
Y esa energía que el mar te ofrece.
Y las olas que van y que vienen.
Falta poco. Para el chapuzón. Para el mate en la playa.
Para compartirlo. Para disfrutarlo.
Falta poco. Esperame mar. Esperanos.
Y lo extraño.
Pero falta poco. Este año será en febrero.
Añoro el viento del mar. El sol de la mañana, tempranito.
El atardecer mientras el agua salada se seca en mi cuerpo con los rayos ya anaranjados.
La espuma.
Y esa energía que el mar te ofrece.
Y las olas que van y que vienen.
Falta poco. Para el chapuzón. Para el mate en la playa.
Para compartirlo. Para disfrutarlo.
Falta poco. Esperame mar. Esperanos.
martes, 1 de enero de 2013
Entre las siete y la una
El primer día de
enero es el único día del año en que se puede escuchar el silencio en la Ciudad
de Buenos Aires. (Antes también se podía el veinticinco de diciembre pero ya
no).
Este hecho se
produce entre las siete y las trece. Con epicentro en las diez de la mañana.
Es silencio de
verdad y no solo falta de ruido.
Tiene la
densidad, la espesura y los sonidos que tiene que tener el silencio.
Entre los primeros
sonidos del silencio está el canto de los pájaros. Y escucharlos en la ciudad da un goce extra. Y
en una mañana como la de hoy, el roce de
las hojas contra el suave movimiento del
viento.
Hoy la Ciudad de
Buenos Aires nos ha regalado uno de los mejores primeros de enero de su
historia. Mañana soleada, fresca y adorablemente silenciosa.
El fenómeno no
solo se produce porque la mitad de los habitantes de la ciudad están fuera de
ella.
Ni tampoco porque
el ochenta por ciento restante está durmiendo.
Sino porque los que estamos despiertos somos atrapados, desde
el momento que abrimos los ojos, por la envolvente seducción del silencio. Te
invita a la máxima economía del
movimiento. El imprescindible para preparar un mate, arrimar una silla al
balcón y desde allí, escucharlo.
A veces lo más
difícil es escuchar en silencio al silencio.
Porque puede
haber silencio afuera pero si vos no llevás puesto el tuyo, te lo perdés.
Y no está bueno
perderse el silencio de la ciudad de Buenos Aires el primero de enero, en algún momento, entre las
siete y pasado el medio día.
Porque disfrutar
el silencio frente al mar, la montaña o el campo se puede hacer cualquier día del año.
¿Pero en la
Ciudad de Buenos Aires? ¿La más grande productora de ruido del país? Solamente el primero de
enero entre las siete de la mañana y la una de la tarde.
Son las doce, me
queda una hora de disfrute del silencio que me ofrece la ciudad. Callo esta voz interior y el agradable
golpeteo en las teclas de la computadora. Y me pongo en silencio para escuchar
más silencio. Buena Vida.
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