Quienes habitamos estas trincheras vemos como
un fracaso estrepitoso el proyecto de inclusión en la escuela que empezó a
desarrollarse en el distrito porteño después de la crisis del 2001. Logró justo
el resultado contrario: Excluir a todos.
Cuatro motivos
son los principales a mi modo de ver y entender:
1) Cuando
se desarrolla una política en un área de la vida pública ésta va a dar
resultados escasos o nulos si no coincide con las mismas políticas en economía,
salud, arte y todas las formas en que vive realmente esa sociedad. Y en la Ciudad de Buenos Aires,
ésto pasó en todos los gobiernos de la
década pasada, y en el actual multiplicado por diez.
La medicina excluye a los
más pobres, los artistas deben refugiarse en el “under” para hacer teatro de
verdad, danza de verdad, arte de verdad, se amplía la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, las políticas inmobiliarias
excluyen a la clase media baja, y a la clase baja. Por eso la escuela no puede
incluir si vive inmersa en una sociedad en donde se practican políticas de
exclusión en las demás áreas de la vida cultural.
2)
Los
que idearon esta política de inclusión con muy buenas intenciones y saberes equivocaron
el concepto fundamental, fueron de lo individual a lo grupal, cuando la escuela
es un lugar que está creado para socializar el aprendizaje y no para
individualizar lo colectivo. Al olvidarse de que el alumno debe adaptarse al grupo
pretendieron que el grupo se adaptara al alumno y eso fue uno de los elementos
que precipitó la catástrofe.
Un ejemplo simple: Hay un grupo de cuarto grado que tiene catorce alumnos de los cuales hay cinco que tiene dificultades de dintintàs índoles, motoras, madurativas, sociales, o con capacidades diferentes. No puede recibir a un sexto alumno con
dificultades serias porque desequilibra al grupo. No puede ser atendido por el
docente que ya tiene lo suyo, el aula incorpora a un nuevo recurso humano
(integrador, recuperador, celador) poblando el espacio de más adultos que
entran y salen intoxicando el clima grupal tan olvidado por el acento puesto en
lo individual. Pero si no se lo acepta por este motivo no faltan los que se
rasgan las vestiduras porque a ese alumno se lo está discriminando. En ese grado nadie va
a realizar el objetivo central de la
escuela: aprehender con otros y la frustración es lo único que va a quedar al
final de cada jornada.
Si la mirada está puesta en proteger y alentar la identidad grupal de un conjunto
de personas formado por alumnos y docentes, la inclusión va a ser mejor garantizada que si se “arroja” a un alumno en un curso
sin respetar la historia y las necesidades grupales. Yo parto de la premisa de
que el bien común está por arriba del bien individual (el primero termina
asegurando al segundo)
3) Cuando
elaboraron las políticas de inclusión en
la escuela no se fijaron si iban a tener los recursos humanos ni económicos para aplicarla ni
si iban a ser tomados como prioridad por
el gobierno de turno. Se lanzaron a las escuelas y ahí se bailó
con otra música de la pensada, y entonces el coro empezó a desafinar.
Los integradores no alcanzan y vienen una o dos veces a la semana. Se chocan
las funciones y muchos no tienen claro su
competencia.
¿Se saca al chico del aula o se sienta
al lado de él en clase?
¿Qué pasa los días que el integrador
no viene, el chico tiene que ir a clase, se le reduce el horario, se le “hace
el aguante” cuando revolea los útiles o se pierde en las profundidades de la
ausencia aunque esté sentado en su silla?
¿Cuál es la tarea que hacen estos
profesionales que ayudan a incluir, ya que cuando cambian por traslados el
nuevo que viene muchas veces realiza una modalidad de trabajo diferente al anterior? ¿No hay un
protocolo común o aquí también se aplica el dicho “cada maestro con su librito?
¿Qué pasa cuando se ha creado el vínculo con el chico que debe ser incluido
y el profesional es cambiado por otro, en medio del año escolar, por razones muy
atendibles, pero que en el mejor de los casos produce que haya que volver a
fojas cero?
El presupuesto en educación no
previó esto de la inclusión y es común ver en las escuelas a profesionales
de este proyecto deambular por los pasillos llevando a cuestas su saber y sus buenas
intenciones, y entonces sucede lo que dice un experimentado amigo docente que aplica el sentido común (el menos usado de los
sentidos), al final del año nos queda “el
pescado sin vender”.
Traduzco: el grupo sin estar cohesionado, los alumnos sin estar incluidos y el aprehendizaje colgado
con alfileres que el período de vacaciones
desprenderá.
4 4)
Queda
para el final la peor de las causas. Al chico se le miente y el pibe lo sabe.
Se lo pasa de grado con adaptaciones curriculares que nunca se llevan a
cabo porque son imposibles de sostener en el tiempo y el pibe lo sabe.
Se quiere evitar usar palabras como
son sanción, castigo, repitente, y los chicos
saben que les mienten y devuelven estas sabias reflexiones:” Para que voy a estudiar si me pasan igual de grado”.”Yo
lo voy a seguir cagando a trompadas, total no pasa nada”.
Como sucede muy seguido en todas las esferas de la vida se ha tomado todo lo
“viejo” en educación y lo tiraron por la ventana por calificarlo de vetusto, autoritario y
anacrónico.
(Por las dudas, como solemos pasar de un extremo al otro quiero aclarar que
soy partidario del juego, del divertirse en el aula, de favorecer la autonomía personal
y soy contrario a todo ejercicio de la
mano dura y el autoritarismo, pero me gustan las reglas y los límites, porque sin las primeras se juega al vale todo y sin los segundos se cae en el abismo)
Pero como mucho de lo “nuevo” no tiene asidero ahí, donde se juega la
verdad, en el territorio, en la trinchera, la política de la inclusión hace
agua por todos lados.
Si los que la diseñaron y tienen poder de decisión dejan de blandir sus
títulos bien ganados con sus horas de estudio y se dignan bajar al llano, donde
se libra la batalla, y se ensucian con el barro de las dificultades quizás se puedan ajustar las cosas y lograr que tomen visos
de realidad. Si no, seguiremos desperdiciando los esfuerzos y los recursos humanos.
Nota: Nos presentaron como probado que la inclusión era una fase superadora
de la integración apoyados en la premisa
que integrar es obligar al alumno a esforzarse para alcanzar los aprendizajes
pautados para los demás, e incluir es
lograr que se respetara el hasta dónde puede llegar ese alumno.
Para mí esto es como errarle al arco cuando se patea un penal. En
la enseñanza grupalizada si un alumno no
alcanza el núcleo duro de lo que debe
aprehender en ese grado para poder seguir avanzando en el siguiente, es que está en la modalidad de escuela
equivocada o debe volver a hacer ese
grado para afianzar lo que no pudo lograr ese año (¡Sacrilegio! Repitencia, trauma, discriminación,
exclusión, gritan los inclusivos).
En estos diez años, este proyecto elaborado con los mejores profesionales y
las mejores intenciones ha contrubuido a que en la mayoría de las escuelas
municipales los alumnos de séptimo salgan sin las competencias necesarias para
enfrentar el secundario o lo que es más importante la vida de todos los días,
y que muchos padres hayan emigrado a la escuela privada (no es el único motivo ni el
de más peso) y estemos, lamentablemente como dice mi sabio amigo docente con
“el pescado sin vender”.
Los logros que se obtienen en las
escuelas son mérito exclusivo de directivos y de maestras y maestros que “se la bancan”
y constatan la teoría con las prácticas
cotidianasy todavía luchan por sacar "al grupo” adelante, sin descuidar, por el contrario a los que tienen más
dificultades para INTEGRARSE.
Y lo que es más importante, nunca le mienten a los pibes.
La ESCUELA PÙBLICA se sostiene TODOS los dìas, gracias a maestros y maestras. Quienes SOPORTAMOS las malas polìticas educativas
ResponderEliminarY a pesar de TODO seguimos creyendo en el futuro de los pibes.