El Rey Que Grita pegó su primer alarido a las 22
horas. Y gran parte de los argentinos se rindió a sus pies.
A las 23.08 el
Rey Que Grita tuvo un pico de presión mediática de 43,8
Al retirarse, el
Rey Que Grita acusó una fiebre raitinera
de 38,3 y sus súbditos televidentes se fueron a dormir con la felicidad que su
Rey, por fin, había regresado.
Las trincheras
salieron a reportear a los adoradores del Rey Que Grita y encontraron una
declaración reveladora: “Que querés, laburo todo el día en esa oficina de
mierda, voy y vengo al centro apretado como una sardina en ese subte de mierda.
Cuando llego solo quiero morfar, tomar un buen vino y tirarme en el sillón a
ver buenos culos y buenas tetas. Las de mi mujer ya las conozco bastante.”
Otra: “Ustedes
los que van de progresistas bien que no pueden resistirse y se pasan de su
cultural Encuentro al 13 cuando se arma
el quilombo con el jurado y después
dicen que no ven vulgaridades. Los conozco bien.”
Las trincheras no
tienen nada contra el Rey Que Grita. Es el número uno. Un
genio empresarial. El dueño del éxito. El primero en facturación.
Pero en las
trincheras no nos gustan que nos griten. Porque el grito tapa el contenido. Y a
veces, el grito esconde que no hay contenido. Porque si uno no se deja
encandilar con todas esas luces del
fabuloso estudio donde reina el Rey Que Grita, ni no se deja aturdir con ese ruido sin pausas,
si uno deja de babearse con el centenar de bailarinas a cuarto vestir, si uno
no se deja engañar por la seguidilla de peleas fingidas, necedades y
obviedades, podrá ver, como en el maravilloso cuento de “los vestido nuevos del
gran duque”, que el Rey Que Grita está Desnudo.
Su Reino está Vacío. Y lo que tiene para ofrecer es Nada. Lo que nos
llama la atención en las trincheras es que a tanta gente le guste comprar eso,
Nada. Y que espere ansiosamente la hora de entrar a un Reino Vacío para
arrodillarse ante un Rey Desnudo .
¿Es extraño? ¿O no?
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