Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

domingo, 30 de mayo de 2010

El método de la vagancia (dos)

La primera entrada de este blog fue el trece de diciembre del 2009. Ahí había nacido la noción de un método de enseñanaza llamada "El docente vago" (ver blog si no recuerda lo escrito)


Acá va la continuación.


Decíamos: el docente vago vaga por los confines del pensamiento


Hace que sus chicos vaguen, que no se queden sedentarios "empupitrados", concepto del sicólogo Daniel Tarnosky


La palabra "vago" surgió en forma despectiva de un jefe de Gobierno a esta altura devaluado, procesado , desprestigiado pero que sigue haciendo daño a la cosa pública. (Museo del Bernasconi, por ejemplo)



No voy a perder renglones hablando de este inculto personaje.


Prefiero resaltar el trabajo que en mi escuela, "Provinvia del Chubut" 19 del 9, realizamos para el festejo del 25 de mayo. Fue una fiesta del laburo y del encuentro. Hace tiempo que no juntábamos tanta gente. Grandes, chicos, medianos. Hicimos el acto el 21 y fue la fiesta que después vimos agigantada en los cinco días de festejo popular y multitudinario.


Dimos cuenta, los maestros vagos de nuestra vocación de trabajo para encontrarnos con la comunidad y decirle que vale lo popular, los sueños de nuestros próceres (los de verdad, los que se jugaron por la patria grande), el proyecto para todos y no para la minoría que se queda con la mayor parte de la torta.


Maestros que todavía no cobraron su sueldo de este año, maestras que tienen que trabajar con chicos que estallan en crisis nerviosas sin que ningún profesional pueda dar un diagnóstio para saber que hay que hacer con ese chico, maestras y maestros que trabajan doce horas al día para poder sacar un sueldo que pueda alcanzar una entrada digna, la que le fue negada por este gobierno y los sindicatos que pactaron un aumento del 8,5 por ciento ( que es lo que cobramos hasta ahora los que cobramos, 1.000 docentes todavía no cobraron un peso)... todos ellos , vagos y vagas por vocación... nos pusimos junto con los chicos la fiesta al hombro y era marivolloso vernos a todos trabajando el día anterior, la escuela se había convertido en un taller . Y en todo el día no hubo un solo incidente, una sola pelea. Se ensayó, se adornó, se cantó, se estudió, se vagó por la escuela ordenando , pintando, diseñando, colgando, riendo, con nervios, con alegría, con apuro, con ilusión, con cansancio.



Y al otró día disfrutamos compartiéndolo con mucha gente que vino a ver a sus hijos y vecinos que fueron invitados cuando salimos al barrio a decir que existíamos, que estamos vivos, que la escuela 19, con todo lo que tiene que remar a contracorriente seguirá dando la batalla , como lo hace desde ciento diez años atrás.



Seguramente hubo otras experiencias iguales o mejores en escuelas públicas de distinto tipo de gestión .


Porque las vagas y los vagos tenemos un espíritu libre, que no necesita andar conspirando y victimizándose todo el tiempo. Maestras y maestros , demasiado imperfectos, demasiado abandonados, demasiado criticados, hacemos con nuestra vagancia que nuestros pibes se identifiquen con esos grandes- chicos que setiran al suelo para contar un cuento, que se suben a una escalera para colgar una lámina o que pueden jugar a ser una dama o un caballero de 1.810.


O tocar una flauta o un trombón, o bailar un candombe o carnavalito, o hacer escarapelas, o ayudar a crear un juego teatral, o cantar el himno con lenguaje de señas, o investigar con los chicos sobre recortes de la historia y ponerlos en valor,o construir videos con los chicos, o dirigir un coro, o armar un museo de los dos siglos, o poner una alfombra, o armar un equipo de sonido precario, o...o....o....seguiría hasta hartarlos o hartarme. Los globos que lanzamos al final se llevaron todo al abierto cielo que se dignó cerrar la canilla para que disfrutáramos ese momento.



Viva la Patria de Moreno, Belgrano, Castelli y San Martín. Esos enormes vagos que no pensaron en su futuro personal y por eso se quedaron sin nada al morir. Lo único que les quedó fue la dignidad. ¿Dignidad, qué es eso? Después te explico, Mauricio, ahora dejame respirar el buen aire que nos dejó la fiesta del Bicentenario.

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