Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

domingo, 15 de julio de 2012

Quinto round: A ocho pesos el pibe

Cada pibe que va a una escuela municipal en la ciudad de Buenos Aires valdría ocho pesos.
Eso es lo que le asignaría el gobierno  de MM por semestre.
El tipo dijo: tengo esta guita para las escuelas municipales. ¿A ver cuántos pibes están matriculados? Hizo la división y le daría ocho pesos por pibe por semestre.
No mandaría la plata por escuela, sino por pibe.
No importa que una escuela que tenga  seiscientos chicos sea de población de clase media y tenga una cooperadora fuerte que recaude bien. Esa escuela tiene 600 pibes, recibiría 4.800 pesos.
Y si una escuela es catalogada de alto riesgo y por eso tiene cursos de menos de quince pibes y se salvó que le cerraran grados pero llega raspando a los 120 pibes recibiría 960 pesos. Aunque no tenga ni cooperadora ni otros medios para conseguir fondos.  Durante seis meses se tendría que arreglar con 960 pesos para comprar papel higiénico, artículos de limpieza, cartuchos para las impresoras, afiches para las carteleras, fibras para los pizarrones, útiles para los chicos que no pueden comprarlos, cartones para tapar los vidrios que se rompen y que la empresa terciarizada  tarda en  cambiar  y entra viento y nos morimos de frío.
Pero MM es igualitario, no hace preferencias,  cada pibe valdría 8 pesos por semestre.
¿Y por qué el potencial, valdría mandaría, recibiría, tendría?
Porque ya se venció el primer semestre y MM no depositó todavía los ocho pesos, sino la mitad.
O sea, que para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires cada piba, cada pibe que va a una escuela municipal, vale en realidad 4 pesos por semestre.

lunes, 9 de julio de 2012

Titirimaestro

Primero la tiza, después la fibra  indeleble y ahora la pantalla digital.
Pero siempre la misma relación :alumna/o - maestra/o.
Yo usé muchas veces otro intermediario para hacer crecer esa relación: el títere.
El muñeco escribía en un espacio que no era plano ni cibernético.
Se movía en el extremo de mi mano y se nutría de las risas y las sonrisas de los chicos.
El títere acortaba la distancia entre la piba, el pibe y yo. Nos fundía en una misma edad sin tiempo.
Ninguno de los dos perdía su rol. Pero se creaba una comunión de juego y aprehendizaje.
Hubo un año que un títere llamado Galera enseñó en mi aula la regla del tres. Cantaba imitando  a María Elena Walsh :" Vamos a ver como es... la directa regla del tres".
Muchas cosas cambiaron y se actualizaron en estos casi cuarenta años que tengo de guardapolvo blanco.
Pero el títere siguió siendo títere. Y la misma relación de aquellos pibes del setenta la tengo con los de este siglo XXI cuando el títere se comunica con ellos. Es que la ternura, la belleza, la maravilla y la simpleza puede estar contenida en una voz distorsionada que parece que sale de una boca formada tan solo por una media con  dos ojos asombrados contruidos con  pelotitas de tergopol y  botones.
Ahora escribo esto en mi casa mientras me miran una tortuga y un burro que me están pidiendo en silencio que les de vida con mi mano y con mi voz.
Ser titirimaestro fue una de las cosas que más me gustó hacer en el ejercicio de mi profesión docente.