Pintando las trincheras.
"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí
sábado, 30 de junio de 2012
miércoles, 20 de junio de 2012
El fracaso de la política de la inclusión escolar
Quienes habitamos estas trincheras vemos como
un fracaso estrepitoso el proyecto de inclusión en la escuela que empezó a
desarrollarse en el distrito porteño después de la crisis del 2001. Logró justo
el resultado contrario: Excluir a todos.
Cuatro motivos
son los principales a mi modo de ver y entender:
1) Cuando
se desarrolla una política en un área de la vida pública ésta va a dar
resultados escasos o nulos si no coincide con las mismas políticas en economía,
salud, arte y todas las formas en que vive realmente esa sociedad. Y en la Ciudad de Buenos Aires,
ésto pasó en todos los gobiernos de la
década pasada, y en el actual multiplicado por diez.
La medicina excluye a los
más pobres, los artistas deben refugiarse en el “under” para hacer teatro de
verdad, danza de verdad, arte de verdad, se amplía la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, las políticas inmobiliarias
excluyen a la clase media baja, y a la clase baja. Por eso la escuela no puede
incluir si vive inmersa en una sociedad en donde se practican políticas de
exclusión en las demás áreas de la vida cultural.
2)
Los
que idearon esta política de inclusión con muy buenas intenciones y saberes equivocaron
el concepto fundamental, fueron de lo individual a lo grupal, cuando la escuela
es un lugar que está creado para socializar el aprendizaje y no para
individualizar lo colectivo. Al olvidarse de que el alumno debe adaptarse al grupo
pretendieron que el grupo se adaptara al alumno y eso fue uno de los elementos
que precipitó la catástrofe.
Un ejemplo simple: Hay un grupo de cuarto grado que tiene catorce alumnos de los cuales hay cinco que tiene dificultades de dintintàs índoles, motoras, madurativas, sociales, o con capacidades diferentes. No puede recibir a un sexto alumno con
dificultades serias porque desequilibra al grupo. No puede ser atendido por el
docente que ya tiene lo suyo, el aula incorpora a un nuevo recurso humano
(integrador, recuperador, celador) poblando el espacio de más adultos que
entran y salen intoxicando el clima grupal tan olvidado por el acento puesto en
lo individual. Pero si no se lo acepta por este motivo no faltan los que se
rasgan las vestiduras porque a ese alumno se lo está discriminando. En ese grado nadie va
a realizar el objetivo central de la
escuela: aprehender con otros y la frustración es lo único que va a quedar al
final de cada jornada.
Si la mirada está puesta en proteger y alentar la identidad grupal de un conjunto
de personas formado por alumnos y docentes, la inclusión va a ser mejor garantizada que si se “arroja” a un alumno en un curso
sin respetar la historia y las necesidades grupales. Yo parto de la premisa de
que el bien común está por arriba del bien individual (el primero termina
asegurando al segundo)
3) Cuando
elaboraron las políticas de inclusión en
la escuela no se fijaron si iban a tener los recursos humanos ni económicos para aplicarla ni
si iban a ser tomados como prioridad por
el gobierno de turno. Se lanzaron a las escuelas y ahí se bailó
con otra música de la pensada, y entonces el coro empezó a desafinar.
Los integradores no alcanzan y vienen una o dos veces a la semana. Se chocan
las funciones y muchos no tienen claro su
competencia.
¿Se saca al chico del aula o se sienta
al lado de él en clase?
¿Qué pasa los días que el integrador
no viene, el chico tiene que ir a clase, se le reduce el horario, se le “hace
el aguante” cuando revolea los útiles o se pierde en las profundidades de la
ausencia aunque esté sentado en su silla?
¿Cuál es la tarea que hacen estos
profesionales que ayudan a incluir, ya que cuando cambian por traslados el
nuevo que viene muchas veces realiza una modalidad de trabajo diferente al anterior? ¿No hay un
protocolo común o aquí también se aplica el dicho “cada maestro con su librito?
¿Qué pasa cuando se ha creado el vínculo con el chico que debe ser incluido
y el profesional es cambiado por otro, en medio del año escolar, por razones muy
atendibles, pero que en el mejor de los casos produce que haya que volver a
fojas cero?
El presupuesto en educación no
previó esto de la inclusión y es común ver en las escuelas a profesionales
de este proyecto deambular por los pasillos llevando a cuestas su saber y sus buenas
intenciones, y entonces sucede lo que dice un experimentado amigo docente que aplica el sentido común (el menos usado de los
sentidos), al final del año nos queda “el
pescado sin vender”.
Traduzco: el grupo sin estar cohesionado, los alumnos sin estar incluidos y el aprehendizaje colgado
con alfileres que el período de vacaciones
desprenderá.
4 4)
Queda
para el final la peor de las causas. Al chico se le miente y el pibe lo sabe.
Se lo pasa de grado con adaptaciones curriculares que nunca se llevan a
cabo porque son imposibles de sostener en el tiempo y el pibe lo sabe.
Se quiere evitar usar palabras como
son sanción, castigo, repitente, y los chicos
saben que les mienten y devuelven estas sabias reflexiones:” Para que voy a estudiar si me pasan igual de grado”.”Yo
lo voy a seguir cagando a trompadas, total no pasa nada”.
Como sucede muy seguido en todas las esferas de la vida se ha tomado todo lo
“viejo” en educación y lo tiraron por la ventana por calificarlo de vetusto, autoritario y
anacrónico.
(Por las dudas, como solemos pasar de un extremo al otro quiero aclarar que
soy partidario del juego, del divertirse en el aula, de favorecer la autonomía personal
y soy contrario a todo ejercicio de la
mano dura y el autoritarismo, pero me gustan las reglas y los límites, porque sin las primeras se juega al vale todo y sin los segundos se cae en el abismo)
Pero como mucho de lo “nuevo” no tiene asidero ahí, donde se juega la
verdad, en el territorio, en la trinchera, la política de la inclusión hace
agua por todos lados.
Si los que la diseñaron y tienen poder de decisión dejan de blandir sus
títulos bien ganados con sus horas de estudio y se dignan bajar al llano, donde
se libra la batalla, y se ensucian con el barro de las dificultades quizás se puedan ajustar las cosas y lograr que tomen visos
de realidad. Si no, seguiremos desperdiciando los esfuerzos y los recursos humanos.
Nota: Nos presentaron como probado que la inclusión era una fase superadora
de la integración apoyados en la premisa
que integrar es obligar al alumno a esforzarse para alcanzar los aprendizajes
pautados para los demás, e incluir es
lograr que se respetara el hasta dónde puede llegar ese alumno.
Para mí esto es como errarle al arco cuando se patea un penal. En
la enseñanza grupalizada si un alumno no
alcanza el núcleo duro de lo que debe
aprehender en ese grado para poder seguir avanzando en el siguiente, es que está en la modalidad de escuela
equivocada o debe volver a hacer ese
grado para afianzar lo que no pudo lograr ese año (¡Sacrilegio! Repitencia, trauma, discriminación,
exclusión, gritan los inclusivos).
En estos diez años, este proyecto elaborado con los mejores profesionales y
las mejores intenciones ha contrubuido a que en la mayoría de las escuelas
municipales los alumnos de séptimo salgan sin las competencias necesarias para
enfrentar el secundario o lo que es más importante la vida de todos los días,
y que muchos padres hayan emigrado a la escuela privada (no es el único motivo ni el
de más peso) y estemos, lamentablemente como dice mi sabio amigo docente con
“el pescado sin vender”.
Los logros que se obtienen en las
escuelas son mérito exclusivo de directivos y de maestras y maestros que “se la bancan”
y constatan la teoría con las prácticas
cotidianasy todavía luchan por sacar "al grupo” adelante, sin descuidar, por el contrario a los que tienen más
dificultades para INTEGRARSE.
Y lo que es más importante, nunca le mienten a los pibes.
sábado, 16 de junio de 2012
Round cuatro: El Rey Que Grita
El Rey Que Grita pegó su primer alarido a las 22
horas. Y gran parte de los argentinos se rindió a sus pies.
A las 23.08 el
Rey Que Grita tuvo un pico de presión mediática de 43,8
Al retirarse, el
Rey Que Grita acusó una fiebre raitinera
de 38,3 y sus súbditos televidentes se fueron a dormir con la felicidad que su
Rey, por fin, había regresado.
Las trincheras
salieron a reportear a los adoradores del Rey Que Grita y encontraron una
declaración reveladora: “Que querés, laburo todo el día en esa oficina de
mierda, voy y vengo al centro apretado como una sardina en ese subte de mierda.
Cuando llego solo quiero morfar, tomar un buen vino y tirarme en el sillón a
ver buenos culos y buenas tetas. Las de mi mujer ya las conozco bastante.”
Otra: “Ustedes
los que van de progresistas bien que no pueden resistirse y se pasan de su
cultural Encuentro al 13 cuando se arma
el quilombo con el jurado y después
dicen que no ven vulgaridades. Los conozco bien.”
Las trincheras no
tienen nada contra el Rey Que Grita. Es el número uno. Un
genio empresarial. El dueño del éxito. El primero en facturación.
Pero en las
trincheras no nos gustan que nos griten. Porque el grito tapa el contenido. Y a
veces, el grito esconde que no hay contenido. Porque si uno no se deja
encandilar con todas esas luces del
fabuloso estudio donde reina el Rey Que Grita, ni no se deja aturdir con ese ruido sin pausas,
si uno deja de babearse con el centenar de bailarinas a cuarto vestir, si uno
no se deja engañar por la seguidilla de peleas fingidas, necedades y
obviedades, podrá ver, como en el maravilloso cuento de “los vestido nuevos del
gran duque”, que el Rey Que Grita está Desnudo.
Su Reino está Vacío. Y lo que tiene para ofrecer es Nada. Lo que nos
llama la atención en las trincheras es que a tanta gente le guste comprar eso,
Nada. Y que espere ansiosamente la hora de entrar a un Reino Vacío para
arrodillarse ante un Rey Desnudo .
¿Es extraño? ¿O no?
sábado, 9 de junio de 2012
Round tres: Abollando cacerolas
Yo también abollé
la tapa de una cacerola.
A fines del 2001. Y también en Scalabrini Ortiz y
Santa Fe.
Grité contra un
Presidente elegido democráticamente y
contra su Ministro de Economía.
Y pedía “Que se
vayan todos, que no quede ni uno solo”.
Entonces había
veinte millones de pobres y diez millones de indigentes.
Entonces había
colas enormes con gente buscando trabajo con el diario bajo el brazo.
Entonces había
cientos de torturadores y asesinos libres pavoneándose por las calles de todo
el país.
Entonces el
Ministro de Economía mandaba a “lavar los platos” a los científicos y éstos se
iban a Ezeiza a hacer una cola de cientos de argentinos que buscaban en España,
entre otros, el paraíso salvador.
Entonces era otro
país por eso gritábamos “piquete y cacerola, la lucha es una sola”
Ahora, algunos de los que
golpean las cacerolas son hijos, sobrinos, parientes o
admiradores de esos torturadores, muchos de los cuales ya no se pavonean por la
calle porque están presos.
Ahora, algunos de los que
golpean las cacerolas son los que no pueden seguir sometiendo a sus empleados
por un salario miserable y en negro porque si no hay otros en la cola para
reemplazarlos
Son los que no
pueden importar a su antojo arruinando a los productores nacionales
Son los que están
enojados porque no pueden seguir
especulando con el dólar.
Son los que no
quieren ver que los cinco millones de desocupados están hoy en España y que acá hay cinco millones de
nuevos empleos.
Son los que nunca
van a entender que el bien común está por arriba del bien individual.
Golpean las
cacerolas y dicen algunas cosas que son ciertas, que verdaderamente están mal
hechas por el gobierno. Pero lo dicen con odio, con cinismo, con violencia.
Cualquier persona
tiene derecho a abollar su cacerola. Lo que no es igual a abollarle la realidad
que viven millones de argentinos que han
sido favorecidos por este imperfecto y muchas veces equivocado gobierno
nacional y popular. Porque esos
argentinos son los más pobres.
¿Y a quién se le
puede ocurrir “empoderar” a los pobres que ni siquiera tienen una cacerola para
abollar?
sábado, 2 de junio de 2012
¿Qué es estar en la trinchera?
Estar en la trinchera es estar ahí, en la escuela, dentro de la escuela, sintiendo la adrenalina que recorre el cuerpo del docente en cada hora de clase.
Estar en la trinchera es estar despierto todo el tiempo en que transcurre el horario escolar, es tratar de respirar después de una situación estresante, es poder tomarse cinco minutos para tomarse un tè o un mate.
Estar en las trincheras es poder reirse con los chicos y los compañeros, es putear cuando se busca el recibo de sueldo por internet, es emocionarse con un pequeño logro del grupo que le ha tocado y es tener ganas muchas veces de tirar todo a la mierda... pero no hacerlo.
Estar en la trinchera es algo que solo saben los que están en las trincheras, todos los días, con todas las horas de todos los días, con todos los recreos, parados en el patio de todos los días, lidiando con los problemas de todos los días y con la convicciòn de saber que todos los días se vuelve a elegir la trinchera porque ese es el único lugar donde, de ser posible, se puede lograr algún cambio.
Por eso habría que agregar en el reglamento escolar que todo supervisor o adjunto, todo aquel que salga en comisión de lo que sea, todo ministro, asesor o coordinador de cualquier programa escolar, todos los capacitadores, escribientes de diseños o circulares que contengan directivas ya sea administrativas como pedagógicas, cada cuatro años de estar fuera de las trincheras, deba volver a ellas por un mínimo de dos años. Y despuès sí, que vuelvan a sus tareas jeràrquicas o sus asesorías o a sus coordinaciones.
Las trincheras escolares de los últimos años se están tornando insalubres. Muchos de los que aún están adentro ya se han rendido. Otros todavía siguen luchando pero sus mayores enemigos son el desánimo y la frustración. Hay quienes llenan de flores cada rincón de las trincheras y hay quienes reparten sonrisas en lugar de broncas. Lo que sí es cierto es que las trincheras actuales son anacrónicas, no pueden contener ni a los chicos, ni a los docentes ni a los padres de este tiempo. Y menos pueden cumplir con el objetivo de defenderse de la ignorancia y construir aprehendizaje. Hay que armar otra estructura.
Y por supuesto, no lo van a hacer los que se van de las trincheras a puestos de decisiòn y a los pocos años se olvidaron como era la vida en ese lugar. Y si alguien quiere sugerirles algo hay que "elevar" una nota. ¿Arriba de dónde se fueron?
Ministros, asesores, supervisores, pedagogos... a ponerse el guardapolvo, los esperamos en estas trincheras, a ver si podemos entre todos renovarlas. Vengan, no tengan miedo, no mordemos (todavía),los esperamos con mate y facturas.
Estar en la trinchera es estar despierto todo el tiempo en que transcurre el horario escolar, es tratar de respirar después de una situación estresante, es poder tomarse cinco minutos para tomarse un tè o un mate.
Estar en las trincheras es poder reirse con los chicos y los compañeros, es putear cuando se busca el recibo de sueldo por internet, es emocionarse con un pequeño logro del grupo que le ha tocado y es tener ganas muchas veces de tirar todo a la mierda... pero no hacerlo.
Estar en la trinchera es algo que solo saben los que están en las trincheras, todos los días, con todas las horas de todos los días, con todos los recreos, parados en el patio de todos los días, lidiando con los problemas de todos los días y con la convicciòn de saber que todos los días se vuelve a elegir la trinchera porque ese es el único lugar donde, de ser posible, se puede lograr algún cambio.
Por eso habría que agregar en el reglamento escolar que todo supervisor o adjunto, todo aquel que salga en comisión de lo que sea, todo ministro, asesor o coordinador de cualquier programa escolar, todos los capacitadores, escribientes de diseños o circulares que contengan directivas ya sea administrativas como pedagógicas, cada cuatro años de estar fuera de las trincheras, deba volver a ellas por un mínimo de dos años. Y despuès sí, que vuelvan a sus tareas jeràrquicas o sus asesorías o a sus coordinaciones.
Las trincheras escolares de los últimos años se están tornando insalubres. Muchos de los que aún están adentro ya se han rendido. Otros todavía siguen luchando pero sus mayores enemigos son el desánimo y la frustración. Hay quienes llenan de flores cada rincón de las trincheras y hay quienes reparten sonrisas en lugar de broncas. Lo que sí es cierto es que las trincheras actuales son anacrónicas, no pueden contener ni a los chicos, ni a los docentes ni a los padres de este tiempo. Y menos pueden cumplir con el objetivo de defenderse de la ignorancia y construir aprehendizaje. Hay que armar otra estructura.
Y por supuesto, no lo van a hacer los que se van de las trincheras a puestos de decisiòn y a los pocos años se olvidaron como era la vida en ese lugar. Y si alguien quiere sugerirles algo hay que "elevar" una nota. ¿Arriba de dónde se fueron?
Ministros, asesores, supervisores, pedagogos... a ponerse el guardapolvo, los esperamos en estas trincheras, a ver si podemos entre todos renovarlas. Vengan, no tengan miedo, no mordemos (todavía),los esperamos con mate y facturas.
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