Cuando era chico, en
catequesis, me hablaban sobre el Juicio Final. El día en que todos deberíamos
comparecer ante el Tribunal de Dios para dar cuentas de nuestros actos y
escuchar el veredicto: Paraíso o Infierno. Y yo me asustaba.
Ahora me asustan otras
cosas pero por un momento quise volver a creer en ese Juicio Celestial para
imaginarme como hubiera sido el momento en que Videla se encontró con Dios. Y
esto fue lo que resultó.
Y se encontraron. Cara a
cara. El Viejo Barbado y el Flaco Cadavérico. Los dos bien erguidos. Mirándose.
El Flaco Cadavérico no
bajó la vista.
El Viejo Barbado se le
metió por los ojos, y no encontró nada. Solo quería que el trámite fuera lo más
corto posible.
- - Te condeno al Infierno por toda la Eternidad- dijo Dios.
- - No acepto la competencia de este Tribunal- dijo Videla-. Solo Dios me puede juzgar.
- - Yo soy Dios- dijo Dios.
- - No – dijo Videla-. Dios soy yo.
Y solo el silencio
siguió al silencio después de tanto silencio.
El Viejo Barbado tenía
frío, y supo que ese frío lo traía encima el Flaco Cadavérico. Y era un frío sin viento, un frío sin hielo,
un frío sin nieve, un frío sin invierno. Era un frío…sin nada.
Miró hacia el Infierno
de Dante y recorrió con la vista los nueve círculos. ¿En cuál alojaría al Flaco
Cadavérico? Desandó con la mirada los nueve círculos y sacudiendo la cabeza
sentenció:
- No puedo mandarte al primer círculo porque allí van los
no bautizados. Y tú has sido ritualmente introducido a la Iglesia Católica, una
de las tantas creencias que me son devotas.
- No puedo mandarte ni al segundo, ni al tercero, ni al
cuarto ni al quinto círculos porque allí
van los lujuriosos, los golosos, los avaros o despilfarradores, los perezosos y
los iracundos. Y tú jamás te has entregado a ninguno de estos pecados capitales. Nunca te has dejado
arrebatar por las pasiones. Nunca se te ha visto fuera de ti.
- No puedo mandarte al sexto círculo porque allí están los herejes y tú siempre has manifestado la más alta adhesión a tu fe católica.
- Ni siquiera puede ubicarte en el séptimo círculo donde
van los violentos porque los delitos por los cuales te han condenado los
hombres muestran que nunca has matado, violado, robado, secuestrado o
desaparecido por tu mano. No apretaste ningún gatillo. Tus oídos no escucharon
el grito desgarrador de los torturados. Tu impecable uniforme nunca se manchó
con la sangre de los fusilados.
- Tampoco puedo ubicarte en el octavo círculo donde van los
corruptos porque tu vida fue austera. No guardaste para ti nada de tus víctimas.
- Y quedas afuera
también del último círculo, el noveno, el de los traidores, porque
fuiste obstinadamente consecuente con tus ideas.
El Viejo Barbado se
sintió cansado. El frío era cada vez más
intenso. Miró al Flaco Cadavérico y no vio un movimiento, un gesto, solo se
movían imperceptiblemente esos ojos desafiantes
Decidió terminar ya
mismo con este asunto. Cosas más importante esperaban su atención. Tomó coraje,
aclaró su voz y tronó:
- No puedo mandarte a ninguno de los círculos, ni aún a los
más profundos porque no perteneces a ninguno. Por eso, por toda la Autoridad
que me he conferido desde el Principio de los Tiempos, te condeno….. a seguir
muerto
- Mira el infierno de Dante. Todas esas almas que sufren
los más grandes padecimientos y terribles castigos tienen una sola esperanza, que el día del Juicio
Final, cuando justos e injustos resuciten entre los muertos, tengan una
posibilidad entre un millón de que los alcance mi Infinita Misericordia.
- Tú no podrás tener esa oportunidad. Estabas muerto cuando
te sorprendió la Muerte y seguirás muerto por los Tiempos de los Tiempos.
Dios, el Viejo Barbado, sintió
que una corriente cálida lo envolvía.
Levantó la vista y ya no vio al Flaco Esquelético. Respiró aliviado. Grabó en
su Mente la fecha: 17 de mayo de 2013. Nunca olvidaría ese día en que, El, Dios, conoció el miedo.
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