Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

sábado, 26 de junio de 2010

Pedagogía de Trinchera: ¿Dónde se nos perdió el poncho? (Segunda entrega)

La primera entrega está dos entradas más abajo.

Para perder el poncho antes hay que tenerlo.
Hay chicos que llegan a la escuela sin poncho.
Y la escuela no puede dárselo. El poncho se trae del primer continente que tiene el chico, que es la casa o lugar donde vive y se lo tiene que proveer el padre, la madre, tutor o encargado. La escuela puede llegar a ser el segundo continente, nunca el primero y no tiene fábrica de ponchos.
Y no estoy hablando de los chicos pobres solamente. Puede venir con las mejores ropas de marca, los mejores útiles, la panza llena y dinero en el bolsillo para comprar lo que quiere en el kiosco y no traer poncho. Y no va a aprehender.

No importa que el poncho sea chico, remendado, agujereado, bordado en oro o desteñido. Después tenemos siete partidos para ganar el mundial del aprendizaje. Pero por la puerta de la escuela el chico/a debe entrar con poncho. Si es cierto el dicho "Lo que natura no da Salamanca non presta" más cierto es "lo que la casa no da la escuela no fabrica".

¿Entonces la escuela no puede darle nada a ese chico muerto de frío, de abandono, de desprotección, de falta de afecto, de empacho de videos y televisión, de soledad?
Sí, la escuela puede darle ropa, comida, hacerle el “aguante” cuatro u ocho horas, darle acceso a las maravillas de la tecnología, a una biblioteca llena de libros, a que esté con pares en un mediano ambiente de contención, una vida en cierto orden mientras dure la jornada escolar, un llamado al Same cuando se lastime. Puede dejarle un buen trato, una caricia (si después no acusan al docente de abusador) un hecho agradable que recuerde cuando sea grande. Poco para la misión que tiene la escuela y que parece haberse desdibujado: enseñar y su resultado lógico: que el alumno pueda aprehender.

¿Entonces que hacemos si un chico viene sin poncho?
Primero no hacernos cargo de lo que no nos corresponde. Si empezamos con el "pobrecito" le estamos poniendo un rótulo que lo acompañará durante todo el proceso de no- aprendizaje . Y mucho menos querer inventar un poncho mentiroso que se deshilachará antes del primer mes de clase.
Cuando fue reemplazado el sistema educativo autoritario impuesto por la dictadura donde todo se decidía de arriba (vertical) se intentó cambiarlo por un sistema democrático que trabajaría por consenso (horizontal). Ahí apareció la idea de “contrato”. Se quiso llamar así a un acuerdo que se debería realizar entre la “casa” (madre, padre, tutor o encargado) y la“escuela” (docentes) . Son derechos y obligaciones de ambas partes que deberían cumplirse a lo largo del recorrido de la alumna o alumno con la aclaración expresa que la “casa” debe adaptarse a la “escuela” y no al revés. ¿Por qué? Porque “casa” hay una sola y “escuelas” muchas. Todo clarito de entrada. Especialmente la condición de traer el poncho desde el primer día.
Actualmente los pibes se inscriben en las escuelas de gestión municipal sin que en gran parte de ellas investiguen de donde viene, si repitió, si tiene problemas , documento o boletín del año pasado. Con el famoso lema “la escuela pública es para todos”termina siendo “para nadie”. ¿Estoy diciendo que hay que rechazarlos? No, simplemente poner sobre la mesa un contrato y hacerlo cumplir.

Ahora bien, no es sencillo darse cuenta que un chico no trae poncho. A veces pasan semanas. Pero enseguida salta. Y ahí entra en juego aquello de lo que sí nos tenemos que hacer cargo los docentes de grado : que se cumpla el contrato.
Pueden pasar dos cosas:
1) Se llama al responsable del chico y se le avisa:
- Lo llamo para decirle que desde el principio del año no trae poncho.
- Mire, no tiene, no me importa, se lo traigo el mes que viene, usted tiene que aguantarlo igual. Váyase al carajo
2) No viene nadie a la primera citación, a la segunda y a la tercera.


Y ahí señoras y señores, entran en juego los docentes conductores. Llaman a los responsables del alumno/a y les avisan que no están cumpliendo la parte esencial del contrato. Y si no hay respuesta se comunica a la Supervisión y en última instancia se hace la denuncia en la Defensoría del Pueblo por abandono de persona.
Pero para esto no hay que pasarse años arrastrando al desponchado por los pasillos de la escuela mintiéndole al pasarlo de grado o inventando paliativos engañosos como las adaptaciones curriculares.
De nada sirve que intervenga el EOE, el ZAP, el MAP y cuanta sigla se les ocurra si no tienen el material con el cual trabajar .
Sí, claro, es una instancia muy difícil y arriesgada. Por eso es acertado lo que dice el profesor Mariano Temelini, inventor del título que encabeza estas reflexiones, que para estar en Conducción hay que tener tres atributos: cabeza, cintura y ovarios o pelotas. Por eso tantos le escapan al cargo de Director o Directora. No es para todos y no es para estar mucho tiempo en él si se quiere conservar la salud física y síquica.
Se trata de hacer cumplir el contrato que por supuesto tiene que ser anteriormente conocido y firmado por las partes.
Un chico sin poncho no puede aprehender. Y a eso viene a la escuela. Y de eso nos tenemos que hacer cargo los docentes, no de jugar al “como si” enseñamos y fingir "como si" aprendhieran.
Porque va a ser muy frustrante. Para los docentes y para los alumnos.

Ahora ¿qué pasa con los chicos que sí tienen poncho? En quince días la seguimos.
Por favor, se necesitan aportes. Esto pretende ser un debate.

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