Pintando las trincheras.

"Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra". José Martí

sábado, 22 de octubre de 2011

Memorias de un maestro que se va(2)

Segunda entrega: Memorias de un maestro que se va
La formación
Cuando estaba a punto de entrar al cuarto año del secundario cambiaron el plan de estudios del Magisterio. Ya no habría Maestros Normales Nacionales sino Profesores de Enseñanza Primaria que deberíamos estudiar dos años más después de terminar quinto año.
Me alegré. Yo pensaba que no iba a estar preparado a los 18 años con solo un secundario completo para enseñarle a los pibes. Y fue una suerte que entré en la primera camada de esa nueva modalidad.
No olvidemos que ya estábamos en los principios de los 70 y soplaban otros vientos. Tuve una formación exigente, un entrenamiento y una estimulación hacia la investigación que, para algunos de los que éramos católicos empezaba con las ideas de la Teología de la Liberación. Helder Cámara, Leonardo Boff nos decían que ahora la opción era por los pobres. Y por otro lado Paulo Freire nos interpelaba diciéndonos que la palabra ahora no era exclusividad de los dueños del saber. La palabra era pronunciada y construida en principio en el mundo cercano del niño, el hogar, y después en la escuela. Pichon Riviere me daba brincos por la cabeza con la centralidad de la tarea en el ejercicio de la profesión. Porque en eso se quería transformar al docente. En un profesional de la educación que investigara, creara y no repitiera los saberes que “debía” legar a la generación siguiente. Se intentaba cambiar el paradadigma . Cirigliano y Villaverde nos enseñaban desde sus libros dinámicas de grupos para sacar al docente de arriba de la tarima, poner a los chicos en círculo y descubrirnos unos a otros.
Y salí con mi título bajo el brazo decidido a aplicar cada cosa que había aprehendido. Y me choqué de cabeza con la realidad. Si bien era el 73, año de la “primavera camporista” , la escuela , institución creada para que nada cambie, me hizo sentir que tenía que bajar un cambio y atenerme a aplicar con cuentagotas aquello que traía con tanto entusiasmo. Me desenvolvía en el ámbito de las escuelas religiosas y allí la resistencia al cambio fue muy grande. Veníamos del Profesorado enarbolando la Teoría de Conjuntos y nos miraban como si trajésemos la peste encima.
No pudimos hacer mucho pero disfruté aún con chicones esos años del 73 al 76 en que por lo menos probé desde mi aula que todo aquello funcionaba.
Pero el 76 barrió con todo. Con vidas, con ideas y por supuesto con la educación para la liberación. La “matemática moderna” ayuda a pensar, afuera. Paulo Freire ayuda a pensar, afuera.
El programa que habíamos tenido en el profesorado fue cambiado totalmente.
A esconder en un doble fondo que armé en mi biblioteca esos libros prohibidos ¡Hasta los de María Elena Walsh y Elsa Borneman fueron a parar al escondite!
Y cuando parecía que no quedaba más que obedecer y volver a dar clase desde la tarima descubrí un recurso maravilloso para enseñar desde los principios que no había guardado en el doble fondo. Y ese recurso era el teatro.
En 1977 y tomando clases con el maestro de teatro Roberto Vega descubrí el agujero en el muro para quebrar el cerco del corral en donde nos habían encerrado.
Utilicé el juego teatral para todas las materias. Y ahí los chicos podían decir su propia palabra. Podían moverse libremente. Se podía volver a poner las sillas en círculo. Total están haciendo “obritas” inofensivas. Y desde ese entonces el teatro fue mi arma pedagógica más importante a la hora de planificar, ejecutar y evaluar la tarea de enseñar. (Paso el chivo: Ver mi libro fiesta en la escuela de Editorial Bonum)
(Coninuará… en quince días)

1 comentario:

  1. Me conmovió mucho esta entrega. En muchas líneas me sentí muy identificada. Gracias por compartir una experiencia tan sabia y tan rica.
    Con afecto sincero,
    Nora

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